viernes, 26 de diciembre de 2008

La declaración de Juan Vergés

"No patotée Dr. Esley, no lo voy a permitir"

Esa fue la primera advertencia que lanzó el presidente del Tribunal, Roberto Nacif, ante el defensor que camina siempre por el borde del desacato y confunde su rol procesal en el juicio con su actuación como funcionario judicial durante el Proceso de Reorganzación Nacional y sus odios personales.

En el lugar de los testigos estaba sentado Juan Fernando Vergés, recordado por sus compañeros como uno de los que con mayor entereza resistió las sesiones de tortura y mantuvo su silencio. Un "cuadro" de importancia en aquellos años, de los que estuvo en la organización del Partido Peronista Auténtico, la voz política de Montoneros, luego de haber roto con Perón en la Plaza de Mayo.

Su exposición fue algo más que un testimonio, era una descripción de lo que políticamente sucedía en esos momentos.

"La dictadura instauró un sitema de ordenamiento de la sociedad a través del terror", expresó dando cuenta del "plan sistemático" que se llevaba adelante por aquellos días. "Estos hechos (que se investigan) no son aislados. No es un delito puntual, sino que son conexos con los otros cometidos por la dictadura. No fue el único ni el último", argumentó

Cuando fueron secuestrados las personas por las que se está llevando adelante el juicio, Vergés ya hacía seis meses que estaba detenido. Lo habían apresado antes de llegar a San Luis el mismo día del golpe. El 24 de marzo de 1976, unos kilómetros antes de su ciudad una comisión militar detuvo el colectivo en que viajaba y su nombre figuraba en la lista de personas a detener.

Fue al único que bajaron, pero pudo avisar a los conocidos que viajaban en el mismo vehículo que le contaran lo ocurriod a su señora, poniéndola en antecedentes. No fue una detención violenta. Estuvo esperando largo tiempo junto a "un soldado o a un suboficial subalterno" que lo vinieran a buscar.

Pudo haber escapado, pero ni siquiera lo pensó: "No tenía nada que esconder, no había hecho nada malo", aseguró. En el viaje los habían parado en varias oportunidades, soldados con listas que comparaban con los documentos que pedían". A él le tocó al llegar a su ciudad pueblo.

Vergés iba haciendo ese relato cuando los abogados de los imputados se levantaron en señal de protesta y se retiraron ofuscados de la sala. Habían pasado mucho tiempo pidiendo que no se aceptara una declaración amplia de los testigos, es decir que se circunscribieran estrictamente a lo que sabían sobre los hechos investigados. Si bien el argumento era de que también algunos de ellos habían denunciado penalmente a los imputados y que eso modificaba el panorama y no se podía ejercer la debida defensa en juicio.

Se generó un clima tenso, los abogados afuera de la sala, y dentro el presidente llamó al subjefe de Policía Federal para que les hiciera llegar la intimación para que se presentaran en forma imediata. Preventivamente llamó a la defensora oficial para que se hiciera cargo de asistir a los imputados y poder seguir con la audiencia.

A las 10 y 10 volvieron con señas de profunda molestia y el primero que dejó sentado su enojo fue Eduardo Esley. "Vengo a plantear la recusación, por la parcialidad manifiesta que del presidente". A renglón seguido fue Hernán Vidal quien descargó contra Nacif: "Se ha violado el derecho de defensa en juicio y el señor presidente ha inclinado la balanza a favor de la acusación" y prosiguió la defensa diciendo que "este juicio se ha salido de madre. Voy a pedirle que se excuse o pido formalmente la recusación", dijo el abogado de Pla y Becerra.

"No me voy a excusar, rechazo el planteo y rechazo la recusación" respondió tajante el juez y la audiencia volvió a encausarse.

Y allí Vergés volvió a trazar un panorama de lo que sucedía en el país. Dijo que el plan establecido ya estaba delineado antes incluso de comenzar el gobierno militar y estaba destinado a hacer desaparecer las estructuras más comprometidas de los distintos sectores sociales de la Argentina. Dijo que había un plan aceitado para hacer desaparecer a los partidos políticos, a ciertos secotress de la Iglesia, la Univesidad y los gremios. "Fue un disciplinamiento por el terror" que arrojaba "15 o 20 muertos o desaparecidos por día" en todo el país.

"Sesenta hijos de San Luis han sido víctimas de esta metodología de secuestro - tortura - muerte o desaparición".

Vergés fue detenido el mismo día del golpe de Estado y recuperó la libertad cinco días antes que Raúl Alfonsín jurara como Presidente de la democracia. Estuvo poco tiempo en San Luis, lo suficiente para soportar largas sesiones de tortura, que empezaron apenas llegó al GADA, "me bajaron del camión, me pasaron a la oficina del Jefe, me aplicaron picana eléctrica" y fue sometido a un interrogatorio. Luego fue a dar con sus huesos a la Policía Federal.

De aquellos primeros momentos recuerda a un policía de nombre Borsalino, de la Federal, "que no sabía que preguntar, porque no era de San Luis y había otro que "le daba letra". Borsalino sabía artes marciales y pegaba patadas furiosas a sus víctimas.

"Fue en el único lugar que me hicieron 'el teléfono', que es una tortura que muchas veces termina rompiendo los tímpanos. No fue mi caso, pero conozco compañeros que les sucedió eso", recordó. El teléfono es un golpe aplicado con ambas manos en forma cóncava, sobre las orejas del torturado, que produce un estruendo con el golpe, que ejerce una presión sobre los tímpanos y puede llegar a reventarlos. Además del dolor propio del golpe, se le suma el zumbido permanente que causa el estallido.

Después de esa sesión de 'bienvenida' lo dejaron tirado en el patio y mas tarde lo llevaron "a los calabozos que están en la parte de atrás", rememoró.

Su lugar de alojamiento en San Luis fue la penitenciaría provincial que estaba ubicada en las afueras de la ciudad.



De allí la Policía Federal lo retiraba para interrogarlo tras "el ablande" mediante la tortura. "Una sola vez me torturaron a cara descubierta Borsalino y el comisario De María, me dejaron el cuerpo amoratado a culatazos. Era una muestra de poder y humillación".

"En julio (de 1976) hubo un atentado muy grande en Buenos Aires y esa noche me fueron a buscar. Lo peor que podía ocurrirnos era que se abriera el portón (en medio de la noche) porque significaba que a alguien se llevaban. En general nos sacaban a cara descubierta", pero luego, antes de la sesión de tortura los encapuchaban. "Esa noche me encapuchó el teniente Alemán Urquiza". Con él habían salido de la cárcel y llevados a la PF "el diputado Carena, Julio Lucero Belgrano y un chico que creo que era de Villa Mercedes", señaló ante el Tribunal.

Esa noche se produjo un incidente en la Penitenciaría entre el oficial del Ejército que tenía la responsabilidad de la guardia y los federales que venían a buscarlos. "El subteniente Rodríguez le dijo al federal que hasta que no tener la orden del Teniente Coronel Moreno no nos iba a entregar". Trataron de ubicarlo, pero no lograron dar con el militar que además de ser jefe del GADA parecía tener bajo su órbita la responsabilidad de los detenidos.

"Moreno era el nexo con los familiares", recordó. La seguridad de los presos políticos estaba a cargo del Ejécito.

Hubo una discusión y se produjo "un momento de mucha tensión" entre Rodríguez y Borsalino, pero "finalmente primó la decisión de Borsalino, que firmó un papel responsabilizándose por nosotros y nos llevó".

Esa noche hubo "una tremenda pateadura, en venganza por lo que había sucedido en Buenos Aires. No hubo picana".

Entre los relatos del horror recordó también que tras la golpiza lo desnudaron y le tiraron un baldazo de agua y dieron la orden al guardia de que sistemáticamente, cada dos horas, volvieran a mojarlo en medio de la helada. "El frío produce adormecimiento, sopor...". Recordó que esa noche escuchó entre sueños golpes que no podía explicar.

Pero luego le contaron que esa noche, el guardia encargado de mantener el tormento en el tiempo, tuvo un gesto humanitario y en lugar de mojarlo, tiraba el agua contra la puerta para que pareciera que cumplía la orden despiadada que había dado Borsalino. La Policía Federal en esos días estaba en la avenida Quintana (hoy Illia) en la esquina de Chacabuco, donde hoy se encuentra el edificio de una prepaga.

A la madrugada, a escondidas, el mismo guardia "me dio medio litro de yerbeado caliente. Fue un gesto de humanidad y decencia en medio de tanta barbarie", dijo agradecido.

En su testimonio pormenorizado de calamidades que le tocó vivir en su detención, Vergés recordó que en agosto/setiembre del '76 hubo un cambio de actores en las actividades represivas y que la Federal fue sacada de órbita con ese tema y tomó esa responsabilidad el Ejército y la Policía de San Luis en forma conjunta.

También cambiaron los métodos de tortura. Los policías provinciales preferían el 'submarino' a la picana. Coincidían en el gusto por golpear a trompadas y patadas a personas atadas e indefensas hasta dejarlas en el límite de la vida y la muerte.

"En una oportunidad estaba de tan mal aspecto que un subteniente de apellido Ramírez no me quería recibir (de nuevo en la Penitenciaría). Me habían golpeado mucho, pero no tenía golpes internos, estaba deshidratado y con mal aspecto. Le pedí que me recibiera, porque sino era peor, me iban a volver a llevar" a donde lo habían torturado.

-A usted no lo recibo, dijo Ramírez.
-Déjeme, porque lo único que va a lograr es que me vuelvan a torturar, pidió Vergés.

El dirigente del Partido Peronista Auténtico también fue llevado a la "Granja La Amalia", campo de entrenamiento del Ejército y centro de detención clandestino. Recordó que el lugar tenía techo de cinc, porque "una noche que llovía, se escuchába el ruido de la lluvia en el techo y me dijeron: 'zafaste por esto, pero mañana seguimos'. Probablemente se debía poner difícil para salir", especuló.

También señaló que el reconocimento de quienes lo torturaban era por el registro vocal, ya que si bien los llevaban 'en capucha', eran "los mismos que nos iban a buscar. Al principio disimulaban la voz, pero mientras iba transcurriendo el tiempo, "por cansancio o por bronca" dejaban de tener reparos y ya no disimulaban.

En esos interrogatorios participaban "(Carlos Esteban) Plá, (Víctor David) Becerra, "Carlos" (Juan Amador) Garro, (Luis) Orozco, Hugo Velazquez...".

"El (entonces) Capitán Plá es el que no puede negar su participación", dice mirando hacia donde está el acusado y refiere un hecho anecdótico para potenciar su relato: "Como para los militares eramos todos marxistas y utilizábamos sus herramientas, en una de las sesiones de tortura me dice: 'vos a mi, hijo de puta, no me vas a engañar con tu dialéctica..." y después, en otra oportunidad, en su oficina de subjefe de policía, "me vuelve a decir lo mismo. Lo miré, no dije nada" pero en el cruce de miradas quedó implícito "que no quedaba ninguna duda de quien mandaba la patota" que estaba al frente de los interrogatorios y las torturas.

Cuando fue traladado a La Plata y luego a otras cárceles del país, prácticamente no hubo tortura física, o golpes, pero ahora se transformaba en un tormento psicológico, con la prisión y la humillación para desmoralizar. Ahí, las celdas de aislamiento eran un eficaz sistema de tormento para intentar quebrar a los detenidos.

La Justicia cómplice

Como Juan Vergés era de una familia tradicional de San Luis en aquellos años, su situación tuvo una particularidad, que aquellos que habían sido sus amigos y compañeros o tenían algún trato familiar, se transformaron en sus verdugos o al menos los que no les dieron el trato adecuado que una situación de derecho hubiese indicado.

El entonces Juez Federal de San Luis, Eduardo Allende, tenía un trato familiar con los Vergés, al punto de que Juan había compartido la Navidad de 1975 en su mesa. Con el Secretario del Juzgado, Martín "Pila" Pereyra González el trato había sido más íntimo aún. Fue su compañero en la carrera de Abogacía; "vivimos seis años en la misma habitación", recordó.

Pero cuando en su calidad de funcionarios judiciales fueron a verlo en 1977 al penal de La Plata, si bien denunció haber recibido torturas, dijo que de alguna gente "no esperaba más de lo que estuvieran dispuestos a dar", señalando sin nombrarlos, que ellos habían adoptado el rol que la dictadura les había impuesto. Fue Allende quien lo condenó a nueve años de prisión y la denuncia por apremios quedó en la nada.

También resaltó que la misma Cámara de Apelaciones que le había denegado la libertad condicional en dos oportunidades fue la misma que cerca del advenimiento de la democracia hizo lugar a un tercer pedido. Pero en el medio había mediado un senador electo que era amigo de su hermano y que habían compartido el exilio en Venezuela. "Se estaban acomodando para la democracia", ironizó.

"A Fernández Gez no lo conocíamos"

La cara del abogado del entonces Jefe del Comando de Artillería, se iluminó. A pesar de que no quería que Vergés declara, lo que comenzó a decir resultó beneficioso para su cliente: "En la penitenciaría no teníamos ni idea de quien era Fernández Gez. A las pocas visitas que recibíamos las autorizaba (el teniente coronel Juan Carlos) Moreno".

Pero incluso a Moreno le asigna algunos gestos humanitarios y puntualmente le asigna uno de ellos el día que los iban a trasladar a La Plata.

Ese día de diciembre de 1976 "nos tuvieron 6 horas al rayo del sol" y a esa hora de la siesta, "a las dos de la tarde, mas o menos, llegó y ordenó que nos pusieran a la sombra y que nos dieran agua".

Mercado insistió para que el testigo dijera quien "jefeaba entre los militares", tratando de cargar las tintas sobre Moreno, pero no logró escuchar esas palabras, ya que dijo que desconocía como funcionaban las cosas de Plá para arriba y se produjo un fuerte intercambio de palabras que terminó con Vergés diciendo: "todos los que estamos en esta sala sabíamos en ese momento como funcionaban las cosas, las torturas, las muertes y las desapariciones".

Moreno Recalde atendía a los torturados

El médico forense que días atrás declaró como testigo, en medio de una serie de vacilaciones sobre la autopsia que le practicaron a los dos NN aparecidos en las Salinas del Bebedero, también cumplía otro rol que negó en su testimonio. Al menos Juan Vergés lo señaló en su relato, como el que ordenó que detuvieran la sesión con Carlos Correas.

En una oportunidad, luego de un interrogatorio, supone que el forense fue quien lo aate. "Si bien me sacaron la capucha, me ordenaron que no mirara, pero por su estatura puedo decir que debió ser Moreno Recalde quien me revisó desde atrás las sienes y los ojos. Quiso revisarme más, pero yo no quise".

"En mi caso no presenció ninguna sesión de torturas" o al menos no lo advirtió, ya que estaba con los ojos tapados, pero "otros compañeros dicen que sí", y marcó una situación: "En un caso creo que paró la tortura de Carlos Correas".


El confuso rol de Esley

El abogado Eduardo "Lalo" Esley se caracteriza por ser el defensor de los imputados que menos tacto tiene. Casi un elefante en un bazar. Mezcla defensa, ideología propia, situaciones personales y su rol de Fiscal durante la dictadura. A ese coctel le agrega sus propios enconos y los transforma en verdaderos "sincericidios".

"Acá se está hablando de militares y policías, pero nadie habla nada de los civiles que fueron cómplices. Hace un par de días hemos escuchado a un testigo (Negri) que habló de los 'notables' que le enviaron una carta al almirante Massera".

"Los civiles formaban un collar de encubridores", aseguró sin tratar de disimularlo en forma de pregunta y disparó sus dardos al actual Camarista Civil de la Provincia, Carlos Guillermo Maqueda, que fue ministro del Proceso, además de director del diario de los hermanos Rodríguez Saá a poco de instaurarse la democracia. También le apuntó al abogado Carlos Alberto Acevedo, a quien señaló como asesor de la policía y la penitenciaría de la dictadura. Y no lo dejó afuera a "su actual empleador, el gobernador Alberto Rodríguez Saá", señalado por el ex diputado nacional radical Arturo Jesús Negri, como "el ideólogo" de las delaciones ante los dictadores.


- "¿Y usted no sabía? Usted era Fiscal de la Justicia Provincial" le respondió Vergés, quien cerró la discusión con un: "Yo no me hago cargo de lo que haya hecho el gobernador", su actual empleador.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Laise y Pereyra González muy mal parados por declaraciones de víctimas

El testimonio brindado este martes por las víctimas de la represión del Estado durante la dictadura dejó muy mal parados al ex obispo de San Luis, Rodolfo Laise y al actual camarista Federal Martín Pereyra González, ya que conocían por boca propia de los detenidos por causas políticas de los tormentos recibidos en las detenciones que se les practicaron.

También señalaron al entonces juez Eduardo Allende como conocedor de lo que ocurría, ya que en oportunidad de haberles tomado declaración en las cárceles de La Plata y Mendoza, a donde concurrio junto a Pereyra González, les manifestaron haber sido víctimas de apremios.

El ex Secretario Federal y actual Camarista, había sido citado a declarar, pero ayer se conoció una misiva enviada por él, donde señalaba que por razones de salud iba a hacer uso de su prerrogativa de declarar por escrito, pero al término de la jornada -que se prolongó hasta pasadas las 18- el Tribunal debía decidir si se trasladaba en pleno el próximo mes de febrero para tomarle declaración en su público despacho.

Este martes declararon Juan Vergés, Mirta Rosales y Anibal Oliveras. Los tres dijeron haber denunciado ante el juez y el secretario haber recibido torturas, pero las autoridades judiciales no iniciaron ningún expediente por el tema.

En cuanto a Laise, los tres coincidieron en que tenía una fluída relación con los militares. También se dijo que el religioso tenía un cartel en la puerta de su oficina que decía: "No se atienden familiares de detenidos por causas políticas" y que en una misa ofrecida el día de Santa Cecilia en 1976, dijo dirigiéndose a los detenidos que para curarlos, era necesario "extirparles el alma", metafora usada siguiendo "a San Agustín" que significa que había que matarlos, la manera de extirpar el alma, segun señaló Oliveras.

En cuanto a los detenidos y procesados en la causa, Miguel Ángel Fernández Gez fue quien salió mas "limpio" de las acusaciones, ya que ninguno lo nombró como presente en las sesiones de tortura, aunque lo reconocieron como Jefe del Comando de Artillería, que tenía a su cargo el control de la situación por aquellos días.

La de ayer fue la jornada más intensa y cargadas de sucesos de las que hasta ahora se han vivido, porque desde el comienzo estuvo cargada de tensión.

La defensa se negaba a que los testigos declararan de manera amplia, es decir relatando los sucesos propios que les tocaron vivir en su detención, la descripción del cuadro de situación que se vivía en el país y todo aquello que pudiera configurar un escenario al que se oponen: que se trata de un plan sistemático.

El argumento que se utilizó es que se estaban incorporando nuevos hechos a los que se estaban investigando y que como los testigos tenían denuncias penales contra los imputados, eso debía resolverse en el juicio respectivo.

La tensión antes de las declaraciones fue en aumento, al punto que poco antes de las 10 de la mañana todavía no podía comenzar a testimoniar Juan Vergés. En ese punto, cuando comenzó a hacerlo, hubo una oposición manifiesta de defensores, que intempestivamente se levantaron y se retiraron del recinto, en oposición al testimonio que empezaba a brindar el ex detenido.

El presidente del Tribunal ordenó intimarlos para que regresaran a la sala y preventívamente indicó que se buscara al Defensor Oficial para que se hiciera cargo de la defensa. La querella pidió que se sancionara a los abogados y se notificara a los respectivos colegios donde estaban inscriptos para que tomaran cartas en el asunto.

Finalmente regresaron, pero Herán Vidal pidió a Nacif que se excusara para "no verme en la obligación de recusarlo". Esley fue quien comenzó el planteo contra el magistrado, recusándolo por "parcialidad manifiesta".

Nacif no hizo lugar al pedido y el juicio volvió a sus carriles y se escucharon los tres testimonios que dejaron comprometidos a otros nombres mas en esos hechos.

Así quedó sentado que en las sesiones de tortura participaban Carlos Pla, Víctor Becerra y Jorge Hugo Velazquez. Aunque fueron referenciados en forma individual, no todos coincidieron en los nombres de Juan Carlos Pérez, Luis Orozco, Carlos Olguin, Mario Calderón, "Carlos" Lucero y Ricarte. También fueron reconocidos los centros de detención clandestinos "La Escuelita", "Granja la Amalia" y un sótanos ubicado en la calle Chile, próximo a la terminal de ómnibus.

En razón de las fiestas de fin de año, el Tribunal ya había decidido un cuarto intermedio hasta el 7 de enero próximo, cuando continuarán las audiencias.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

Arturo Negri señaló a Alberto Rodríguez Saá como cómplice de la dictadura



El ex diputado nacional por el radicalismo, Arturo Jesús Negri, dijo este lunes ante el Tribunal Oral Federal de San Luis, que juzga a militares y policías que actuaron como represores durante la dictadura, que Alberto Rodríguez Saá, junto a Hugo Arnoldo Fourcade, fueron "los ideólogos" de las acusaciones como presuntos terroristas que le llegaron mediante una carta al entonces almirante Emilio Massera y que causaron su detención. Uno de los mencionados fue luego asesinado.

"No me cabe ninguna duda de que al Dr. Julio Everto Suarez le firmaron la sentencia de muerte cuando lo mencionaron en esa carta", apuntó Negri y luego en declaraciones a la prensa reforzó la idea, poniendo en duda cuantas personas más fueron acusadas y pudieron haber sufrido las consecuencias de la delación.

Suárez aparece en la conocida en San Luis como "La Carta a Massera" como jefe de Montoneros en la provincia y Negri -que tenía en esos años una concesionaria de autos- era acusado de "robar autos para la guerrilla".

"A mi me detuvieron en la agencia personal policial que vino desde Córdoba, también estaba el capitán (Carlos Esteban) Pla -uno de los imputados en el juicio que se ventila en
los Tribunales Orales Federales de San Luis- y me trasladaron, primero a Villa Dolores y luego en un centro clandestino de detención que quedaba en Velez Sárfield 50" de la ciudad mediterránea.

Dijo haber sido tratado correctamente por el entonces subjefe de la Policía de San Luis, el militar que ahora es juzgado. Pero que en centro de detención clandestino cordobés fue torturado salvajemente. "Cuando llegué pedí un abogado y me contestaron: 'vos más que un abogado, lo que necesitas es un cura'" en obvia alusión a que lo iban a matar.

Contó de mantera pormanorizada como eran sometidos a apremios, colgados de unos ganchos que estaban "a un metro 45 de altura" para luego pegarles en el estómago. En ese lugar señaló también haber visto como mataban a golpes a un joven "de un metro sesenta y dos, aproximadamente, pelirojo, de unos treinta años" y "le hice conocer de esto a Estela
Carloto y a su hijo el diputado, pero nunca supe que hayan hecho algo".

"Incluso me ofrecí para hacer un identikit del muchacho por si alguien lo buscaba" puntualizó el hombre que también fue secretario de Comercio Exterior de la Provincia cuando gobernaba Adolfo Rodríguez Saá.

"A mi me salvó la vida el Teniente Coronel Juan Carlos Moreno, entonces jefe del GADA (141) que habló directamente con el general (Luciano Benjamín) Menéndez y le pidió que
no me torturaran ni me mataran", pormenorizó.

Cuando fue a agracecerle a Moreno por haberse "jugado" por él, le comentó de las cosas que había visto en el centro de detención clandestino, y que el militar le había expresado que "eran fuerzas parapoliciales que habían puesto ellos, pero se habían salido de control".

En su declaración de ayer, Negri dijo que si bien sabía de la existencia de la carta, que circulaba "como un panfleto", recién en 2006, cuando enfrentó a uno de los firmantes, Víctor Manuel Ortiz, luego de increparlo por su firma y "probablemente porque sabía que el
final de sus días estaba cerca y queriendo limpiar culpas, me dio una copia certificada por escribano nacional" que conserva un estudio jurídico porteño.

También refirió que otro de los firmantes de la referida misiva a uno de los jefes de la dictadura, el también ex diputado nacional, pero del PJ, Jorge "Popo" Niño, le había corroborado el texto y quienes eran los firmantes, "incluso hizo una aclaración por Radio Nacional".

"Ortíz está muerto, pero Niño vive, así que puede ser citado por este Tribunal", pidió.

"Tengo miedo que me pase lo mismo que a Julio López", señaló, haciendo referencia a que le habían llegado sugerencias anónimas para que se "olvidara" del tema de la carta.

Pero luego aclaró que "Adolfo no tuvo nada que ver con la carta", y dijo que el actual mandatario, Alberto, en ese entonces "quería ser el referente del partido de Massera" y junto a otras personas firmaron esa carta documento destinada a uno de los jefes de la Junta Militar, acusando de terroristas a ciudadanos de San Luis.

Cabe recordar que el Tribunal está presidido por Roberto Nacif, y los vocales Roberto Burad y Raúl Rodríguez. Actúa como juez suplente Héctor Cortez y se investiga el asesinato de Graciela Fiochetti, la desaparición de Santana Alcaraz y Pedro Ledesma, además de las torturas recibidas por Víctor Fernández.

En la causa están acusados los militares Carlos Esteban Pla, Miguel Ángel Fernández Gez y los policías Víctor Becerra, Juan Carlos Pérez y Luis Orozco.

Sobre la causa en si misma, Negri no aportó detalles esclarecedores, pero si dio un pantallazo de como funcionaban los organismos de represión en aquel momento y la manera de actuar de las fuerzas de seguridad. No dejó lugar a dudas de que era un plan sistemático el que se estaba llevando a cabo.


La declaración del primer jefe de policía de la democracia


"Uno o dos días antes de su desaparición, Domingo durmió en mi casa. Hablamos de tantas cosas..." refirió Agustín Montiveros, el médico pediatra que un día por vocación democrática fue a cumplir un rol que le era ajeno, pero que entendía que era esencial en el renacimiento de la democracia: ser Jefe de Policía y reorganizar una fuerza desmadrada, con severos rasgos autoritarios y mala fama en la sociedad. "Quería que la Policía se insertara en la sociedad, que la sociedad la sintiera parte de ella", explicó.

Su amigo era Domingo Idelgardo Chacón, también desaparecido en aquellos oscuros días de setiembre al inicio de la dictadura militar.Nadie supo más de él. Montiveros tenía 40 años, su amigo de Luján, algunos menos. Ambos eran peronistas de la Tendencia Revolucionaria.

El ligó inmediatamente al caso que se investiga, el de la muerte de Graciela Fiochetti con la de su amigo que también fue arrancado de su casa por una comisión policial militar. Para algunos, el cuerpo encontrado en las salinas no sería de Santana Alcaraz, sino el de Chacón.

"Antes de su desaparición, Domingo durmió en mi casa de Pringles 737. Hablamos de tantas cosas... del Mayo Francés, del cambio que produjo; de la Primavera de Praga... Todo lo que sucedió en América Latina...".

Se notó un esfuerzo sincero por recordar qué había sucedido a partir del 11 de diciembre de 1983, cuando quedó a su cargo la jefetura de Policía, pero su memoria le jugaba una mala pasada.

Recordó si que había intentado hablar con los familiares de Pedro Valentín Ledesma, °pero nunca quisieron hablar conmigo". Especuló que era porque en ese momento "había un temor reverncial en la Policía", por eso nada que viniera de la fuerza sería confiable o bienvenido.

Incluso relató que para él también fue una tarea difícil adentrarse en los secretos policiales. "En ese momento (de su asunción) no quise meterme demasiado". "El ministro de Gobierno, el doctor Torres Morales, me dijo que había que cambiar las caras en la policía y los más cercanos al Proceso fueron puestos en disponibilidad", recordó.

"Pasé meses sin tocar los archivos de Informaciones", el departamento que había sembrado terror entre los militantes políticos. Pero cuando accedió tampoco quedaba mucho de ellos, ya que una orden antes del cambio de manos del gobierno, había hecho desaparecer icinerados los archivos comprometedores.

Aunque no se acordara ante el Tribunal, Montiveros había recogido todo aquello que se había salvado del fuego y algunos elementos de importancia para la causa se habían podido mantener gracias a su accionar.

Del tiempo del Proceso había algunas imágenes muy vivas. Nunca fue detenido, pero entre todos los militantes había un pánico generalizado. "Se ponía el sol y no salía de mi casa", relató y reforzó la idea con una anécdota de sus fantasías ante la presencia de una comisión de policías y militares. "Tenía un perro boxer, que dormía al lado mío y siempre pensaba que si me iban a buscar él iba a ladrar y yo me podría escapar por los fondos".

En una ocasión le dijeron a mi madre, refiriéndose a la que entonces era mi esposa, 'Sepa usted señora que la vamos a degollar'. Después, en el 84/85, me dicen que iban a raptar a mi hijo Emanuel que iba al colegio Don Bosco". Aunque no señaló responsables directos de la amenaza, dejó sentado de que provenían de las fuerzas parapoliciales que acturon durante la dictadura.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

viernes, 19 de diciembre de 2008

La tintura de pelo y los altos grados policiales hacen perder la memoria

El abusivo uso de tinturas para el pelo sería una de las más fuertes causas de la perdida de memoria de algunos testigos que pudieron aportar algo a la causa que se investiga, pero no se acordaron de nada. Pero también la alta graduación policial conseguida podría ser otro de los causantes de las lagunas mentales.

Ayer, afectado por la segunda, Luis Severo Torres, el comisario mayor retirado que vive en Potrero de los Funes y mantiene un estrecho contacto el intendente de la localidad, Ignacio Urteaga, no podía recordar nada.

Comenzó su testimonio diciendo que no había participado y luego con un "... Ahhh, en la morgue, me parece..." y de ahí se le fue refrescando la memoria.

Pero no fue hasta que le leyeron sus declaraciones realizadas en sede judicial en 1986 cuando pudo terminar de traer a la memoria las cosas que le preguntaban. No obstante, hizo gestos de no estar muy convencido de lo que le leían y tenía estampada su firma.

Un hecho muy curioso, ya que si bien ahora dijo que en el patio de la Jefatura otro policía le había pedido "una gauchada" y que no había podido negarse, en su declaración anterior hasta había "juntado vísceras (de los cadáveres) que se cayeron cuando los pusieron dentro del cajón" donde fueron enterrados.

Así fue como recordó que fueron a buscar dos máscaras a la división Bomberos de la Policía -cosa que fue ratificada por el Jefe de esa división, que también testimonió ayer y dijo que le prestaron además una camilla y guantes, que había ido a pedir en nombre del comisario Víctor Becerra-, aunque dijo que en la Morgue pudo haberse bajado, pero que se quedó al lado del vehículo y nunca había visto los cadáveres.

Sus declaraciones anteriores eran absolutamente distintas. Entró a la morgue, bajó los cajones junto a otros dos policías, colocó los cuerpos adentro, levantó las vísceras que cayeron al suelo, vio que estaban quemados, que eran un hombre y una mujer.

No recordaba siquiera el nombre de quien le había tomado la declaración: Luis Reynaldo Gómez. Cosa curiosa, porque fue el penúltimo jefe de Policía que estuvo en funciones antes del actual.

Torres es una persona relativamente jóven, activa, no parece ni por asomo tener algún tipo de problema que afecte su psiquis, salvo, claro está, el grado policial que también afectó a otros testigos.

Perecito

Rafael Pérez, conocido como "Perecito" no pudo aportar nada -salvo un enojo al abogado de la querella que pidió que lo investigaran por falso testimonio y una decepción al defensor del otro Pérez, el abogado Papalardo, ya que la declaración anterior complica a su cliente- porque una problema de salud hizo que no solo haya perdido la memoria, sino también el equilibrio.

Deberá llevar al tribunal los estudios que le realizaron y el tratamiento al que fue sometido a raíz de un accidente cerebro vascular que lo dejó en mal estado.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

Moreno Recalde se retiró envuelto en una frazada y llevado por una ambulancia

"El miedo no es zonzo", señala un refrán popular. Afuera no se pudo visualizar ningún movimiento extraño antes de la salida, pero el médico que muchas víctimas de la represión señalan presenciando las sesiones de tortura debió olfatear algo y se fue envuelto en una frazada y retirado del edificio del Tribunal Oral por una ambulancia.

El testimonio de Moreno Recalde quizá no haya aportado nada nuevo o que pueda "dar vuelta la causa", como vulgarmente se dice, pero era un testigo esperado por los habituales concurrentes al juicio. "Queríamos verlo nuevamente a los ojos", expresaron ayer algunas personas que acusan de complicidad con la dictadura al facultativo.

Afuera, mientras tanto, en los últimos días jóvenes militantes de los derechos humanos continuaron sumando manos, grandes, medianas, pequeñas, que piden justicia por los muertos y desaparecidos de la dictadura. De alguna manera, como si parafrasearan aquella vieja canción de Quilapayún: "para hacer esta muralla, traiganmé todas las manos, los negros sus manos negras, los blancos sus blancas manos..." Una muralla contra la impunidad, a la que también los más pequeños sumaron su manitas.


Todas las manos, todas...

En la sala, olvidadizo como la mayoría, el médico que en la dictadura revistaba como Jefe de Criminalística, djo que no había participado del operativo de las Salinas del Bebedero luego de que se encontraron los cadáveres. La "paciencia" de juez Roberto Burad, que solo sonríe ante las lagunas mentales que se producen en los testigos, y la lectura de anteriores declaraciones le hicieron volver a la memoria lo sucedido en aquel 23 de setiembre de 1976 al hombre apodado "Cheque", desde que era jóven.

Ya recuperado de la memoria, pudo aportar que cuando llegaron, los cuerpos estaban descubiertos, "sin tierra ni ramas encima", a pesar de que un informe que firmó Víctor Becerra, indicaba que ellos estaban allí cuando los descubrieron.

Dijo que lo correcto era que Criminalística hubiese estado en el lugar en ese momento, que Bomberos hubiese realizado las tareas de excavación y traslado. Pero, según Moreno Recalde, cuando ellos llegaron, los cuerpos estaban expuestos.

También recordó que otro períto de Criminalística que lo acompañaba no tomó en cuenta las pisadas que había, porque eran demasiadas y no se había protegido la escena del crimen.

Tampoco recordó que se hubieran levantado vainas servidas en el lugar, ni que se hubieran tomado fotos de las huellas de los vehículos que en la madrugada estuvieron en la Salina.

Si dijo que los cadáveres tenían sus dedos amputados, no con un elemento quirúrgico, sino con "una pinza o un alicate", por la forma del corte y el desgarro que había en los tejidos.

Reconoció su firma en los certificados de ambas autopsias, aunque realizó solo una, la del hombre que fue hallado junto a quien luego se supo era Graciela Fiochetti. Esa noche había viajado a Córdoba y el médico policial Jorge Moyano realizó la de la mujer, con la presencia de un capitán médico del Ejercito de apellido Serrano.

En el hombre determinó que había tres disparos, uno que le había quebrado el húmero izquierdo, otro en el abdomen, debajo del ombligo y un tercero que pudo ser el que le ocasionó la muerte, en el hueso malar derecho. Este último tenía una trayectoria de abajo hacia arriba, lo que indica que el arma "estaba por debajo de la cara" de la víctima.

Los proyectiles, según dijo, podrían haber sido de la misma arma o de un arma distinta, a pesar de que los agujeros dejados eran de 10 y 12 milímetros, respectivamente, pero explicó que según la zona que se tratara y los tejidos que afectara, la impronta que dejaban las balas eran distintas a pesar de que podría tratarse de la misma arma.

A pesar de ello, dijo que era lógico suponer que los disparos provinieron de una pistola 9mm o una 11,25. Pero también pudo ser de un revolver 38.

"No puedo responder a esa pregunta" fue utilizado en muchas oportunidades por el anátomo patólogo. Eso contestó cuando le preguntaron la razón de que existía un pedido expreso en el sumario de que los cuerpos permanecieran en la morgue hasta que fuesen identificados y fueron enterrados apenas tres o cuatro días despues, cuando estaban en marcha las fichas odontológicas que hubiesen permitido reconocer el cadaver de Graciela Fiochetti "con un alto grado de certeza". No fue una orden dada por él, sino que se produjo desde el Comando, luego de que el director del Hospital, Andrés García Calderón, aparentemente cuñado del Coronel Moreno y médico militar, pidiera que se retiraran "los dos cadáveres NN" qua habían ingresado en las últimas horas del 23 de setiembre.

Como al cadáver de Fiochetti le hizo la autopsia otro médico, no pudo hacer demasiadas precisiones al respecto, pero dijo que tenía un disparo en la nuca, que le había hecho estallar el cráneo.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

Se vienen retrasando los plazos

En la jornada del miércoles se escucharon los relatos de algunas personas que habían sido convocadas para el martes y no pudieron hacerlo y dos de los citados para ayer. Para hoy quedaron Vicente Ernesto Moreno Recalde (uno de los testimonios más esperados), el forense que le realizó la autopsia a los cuerpos encontrados en las Salinas del Bebedero; Rosa Magadalena Rodríguez y Nilda Lili Garro de Acevedo. Para hoy estaban en el cronograma otros autores de informes médicos y autopsias. La defensa pidiò la comparencia del Juez Juan González Macías, a raíz de una denuncia que presentó uno de los testigos. Aunque el tema todavía no fue tratado por el Tribunal, se especulaba que la citación al juez mendocino podría realizarse para el lunes.

En la jornada de ayer, el testimonio más extenso fue el de Omar Lucero, el policía que trabajaba en el archivo y fichero de Informaciones, quien permaneció durante toda la mañana y buena parte de la tarde declarando.

También se presentó el entonces jefe de la URI con asiento en San Luis, Juan Carlos Pérez, homónimo del imputado, quien por problemas de sordera y una afección no pudo completar su testimonio y se dio lectura al que realizó en 1986 ante el juez Juan González Macías.

Muy poco dijo -y se sumó a la lista de testigos innecesarios- Eduardo Humberto Alaniz, el policía que si bien pertenecía al D2, su tarea era hacer guardia en la casa de la hija del dictador y entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla.

Peinadito, perfumadito y entalcadito

En la jerga judicial, cuando un testigo viene muy "afilado" y conoce detalles puntillosos de la causa, lo que hace sospechar de que hubo alguna "ayuda externa" para su declaración, se dice que vino "peinadito". Ayer, Omar Lucero, el oficial que trabajó en Informaciones y se jactó de poder "enseñarles a hacer inteligencia a todos los que están ahora", pareciò venir no solo peinadito, sino tambien perfumadito y entalcadito.

Lucero sistemáticamente se preocupó en destruir la imagen de Jorge Hugo Velazquez, el torturador que trabajaba en Informaciones y que aseguró antes de su muerte, haber visto la ejecución de Fiochetti a manos del capitán Esteban Pla.

No hubo oportunidad en que no dejara sentado "la poca catadura moral" de Velazquez, su capacidad "para hacer cualquier cosa" reñida con la moral, incluso "llenarse los bolsillos con tortitas en la panadería de la esquina e irse sin pagar".

Lo acusó solapadamente de haber sido el autor de un atentado realizado con un tanque de nafta de moto a un comerciante de apellido Chada, sucedido en aquel entonces.

También refirió a otra anécdota -para aludir a su perfil de ratero- en donde Velazquez le tocó hacer un allanamiento a una pensión y se volvió con los zapatos nuevos de un estudiante. Según Lucero, los vio, se los probó y se los llevó puestos.

Pero en su afan de hablar, Lucero contó que a él le había llegado la requisotoria fiscal de manera anónima y que hablaba conociendo cada detalle porque se había sentado a leerla y estudiarla.

Si bien la Requisitoria Fiscal fue leída públicamente, solo las partes tienen copia del documento que llevó una jornada entera su lectura. De ahí al "peinado" hay un paso.

Hasta ese momento la traía bien y parecía que su declaración terminaba pronto, pero el afán del abogado Eduardo Esley de instalar "la teoría de los dos demonios" y la actuación dudosa del juez González Macías, hizo que Lucero prolongara su estadia y caminara por la cuerda floja.

Lucero cargó duro contra González Macías, a quien acusó de "estar en connivencia con Velazquez", ya que relató que mientra esperaba luego de "ser detenido solapadamente" para llevarlo a declarar, fue inducido por el entonces Comisario Washington (Tumba) Romero a que declarara ante el juez en forma coincidente con Velezquez. También relató que hubo "un subalcaide" de quien no recordó el nombre, que le dijo que se salvara él, porque lo que se buscaba era "inculpar a Pla, Becerra y Orozco" en el crimen de Fiochetti.

Lucero dejó más dudas que certezas, ya que era el hombre que confeccionaba las fichas de todos los detenidos, e hizo gala de una memoria y manejo de información prodigiosa, pero no recordó haber visto a Fiochetti, Ledesma y Fernández, que estuvieron detenidos en la oficina donde él prestaba servicio.

El último testimonio fue del médico Salguero Fumero, quien se mantuvo en su declaración de años atras y explicó que si bien vio los cadáveres encontrados en las salinas, a poco de llegar a la Morgue donde trabajaba, le fue solicitado a él y al morguero (ya fallecido) que se retiraran del lugar y que no regresaran por varios días.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com











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miércoles, 17 de diciembre de 2008

Por si el martes 13... Laise buscó un buen abogado

El ex obispo de San Luis, Juan Rodolfo Laise, deberá declarar el próximo 13 de enero. El mismo día lo hará Pablo Melto, el ex cura que dice Fernández Gez que le pidió que lo hiciera desaparecer porque se iba a casar. Al parecer, el obispo ha movido sus influencias y ha buscado uno de los mejores abogados de la península para que lo asesore.

El 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción de María, a Laise se lo vio "con todas las púrpuras" en la misa central que se celebró, y "en los primeros planos de Teleradio Padre Pío", una señal satelital europea "que acaba de abrir filial en Australia", informaron colegas que viven en Italia.

También pudo saberse que Laise estaría contactándose con el Dr. Sisto, "el mejor abogado de la Región Puglia, jurisdicción penal a la que pertenece la ciudad de San Giovanni Rotondo".

El 13 de enero, día señalado para la declaración del Obispo que tenía fluídos contactos con los militares, será martes.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

"Yo me di cuenta que ellos sabían qué había enterrado"

Otra extensa jornada en el juicio a los represores

Seguro, convencido, tajante y por momentos enojado con las preguntas de la defensa que intentaban descolocarlo. Así se lo vio este martes al comisario Ibar Muñoz, que en 1976 era el Segundo Jefe de la Unidad Regional I y el primer hombre con alta jerarquía que llegó a las Salinas del Bebedero el día que aparecieron dos cuerpos calcinados. "Yo me di cuenta que ellos sabían lo que había enterrado", señaló refiriéndose a los superiores que llegaron luego al lugar. A las 17 el presidente del Tribunal, Roberto Nacif dio por finalizada la audiencia y la lista de testigos quedó inconclusa y tres pasaron para el miércoles a partir de las 8,30.

La secuencia puede ser más o menos así, poco antes de las seis de la mañana, Carlos Paez y sus compañeros de trabajo ven salir de las Salinas a dos Torinos, uno rojo y otro blanco, avisa al destacamento policial, que a su vez transmite la novedad a las otras dependencias por un radriográma múltiple: El destacamento de Balde, la URI y la Jefatura Central de Policía. Luego Paez con el agente Baigorrí salen a reconocer el lugar de donde provenían los autos. Encuentran lo que el salinero llama "el entierro", que intentaron disimular con una planta de Jume clavada al medio. Avisan a sus superiores.

Luego llega Ibar Muñoz con una comitiva compuesta por cuatro hombres. Se van al lugar donde se produjo el hallazgo. Por radio le ordenan que se quede en el lugar y que los otros efectivos que lo acompañaban se "replieguen a base", es decir al destacamento de Salinas. Él informó que temía que lo que estaba enterrado podían ser explosivos o armas.

Después de un tiempo esperando solo en el lugar, haciendo una especie de consigna, "llega el capitán Pla, comienzo a darle las novedades, pero me corta y me dice: 'tocaron algo, quién más vio esto...'. Entonces le digo que no, que nadie tocó nada y que la otra persona que estuvo ahí era un empleado de la fábrica. Me pide que lo lleve a verlo. Lo llevé, habló con él, pero no sé de lo que hablaron", ya que él no estuvo presente en la charla.

En otro tramo de su extensa declaración, Muñoz remarcó que él le había advertido que podría tratarse de explisivos, pero que no llamaron a la Brigada Explosivos como hubiese correspondido, sino que "dieron la orden de que se pusieran a cavar", lo que le resultó sospechoso, ya que si él les había manifestado que podría tratarse de material peligroso, lo menos que se debió hacer es tomar los recaudos pertinentes, "no mandar a cavar", por lo que dedujo que "estos sabían lo que había enterrado".

Muñoz relató también que en esa época a la URI la dejaban de lado, "no nos tenían confianza" y que toda las actuaciones por por presuntas actividades subversivas, la policía lo hacía Informaciones. "Eran procedimientos secretos con gente de su confianza".

Cuando se le preguntó sobre su parecer sobre el procedimiento, no dudó: "Tuve una impresión bastante mala. A ese procedimiento lo debió hacer la unidad", remarcó.

También confirmó que los autos a los que la gente hacía referencia en ese momento eran dos Torinos, uno rojo y otro blanco, pero que "no sabíamos a quien pertenecían".
Los otros testigos

A renglón seguido declaró el radio operador de policía de las Salinas, Mario Alberto Carrizo, que detalles más, detalles menos, coincidió en la manera que se condujeron hasta el lugar donde se encontraron los cadáveres. Aunque hubo una fuerte contradicción con lo que había dicho en 1985 ante el juez González Macias, ya que en esa versión (que coincide con la de Baigorrí y Paez) él se había quedado en el Destacamento y las otras dos personas habían ido a investigar. Ahora dijo que en ese recorrido habían marchado los tres.

Dijo que Paez se había presentado ante él y que luego lo releva Baigorrí, pero que tiene que quedarse "recargado 48 horas más".

Relató todo el recorrido por el costado de las parvas de sal, las huellas de los autos estacionados, las pisadas de dos grupos que se separaban y luego se volvían a encontrar donde aparecieron los cuerpos enterrados.

Pero después hubo una laguna en su memoria, ya que -salvo al II Jefe de la URI, quien estuvo "tomando mate" en el destacamento- dijo no haber visto a los demás miembros de la plana mayor que estuvieon allí ese día, cosa que no había dicho en 1985 y que también quedó asentado en el libro de guardia.

En todo momento, Carrizo habló de que tenía temor por el hallazgo, ya que "los extremistas podían tomar represalias" contra ellos. "Por dos meses no dormimos", recordó y dijo también que posteriormente hubo otro movimiento sospechoso en las cercanías del destacamento, pero "en el camino a Beazley". "Avisamos, pero todo quedó en nada". Hacia ese sector queda el campo de tiro que el Ejercito tiene en el lugar.

Luego fue el turno de Ángel Romero, empleado de Dos Anclas, que no aportó demasiado, pero dijo que los autos era "uno gris y el otro anaranjado", cosa que sostuvo, a pesar de que le leyeron su declaración anterior donde manifestaba que eran uno rojo y el otro blanco. Dijo que no vio quienes eran los ocupantes y que otros compañeros también vieron a los autos que marchaban "despacio" frente a la Iglesia y las tolvas que dan al secadero.

Cuando le preguntaron si no le habían llamado la atención esos autos saliendo a esa hora, dijo que pensó que "habían ido a ver a familiares", pero luego, cuando le insistieron, reconoció que se había sorprendido porque era muy temprano.
"Un buen secretario"

"Usted ha sido un muy buen secretario, ciego, sordo y mudo", le dijo el juez Roberto Burad a quien se desempeñó como hombre de confianza de Carlos Esteban Pla en la subjefatura de Policía.

Ramón Celestino Gatica era el secretario personal de Pla en esos días. Recordaba muy poco, casi nada. Recibía las personas que iban a pedir audiencia con el militar, transmitía lo que le decían, hacía el libro de pases donde se registraban los papeles que entraban y salían, pero que luego, sin explicar porque, se los llevó a su casa.

Dijo no conocer a los familiares de Ledesma, Santana Alcaraz y Fiochetti y que creía que no se habían entrevistado con Pla. Que creía haber llevado alguna vez unos papeles donde estaba la pericia odontológica de Fiochetti, pero en el libro de pases había quedado asentada su firma y sello y también habían pasado la mayoría de las actuaciones que se hicieron en torno a ese caso.

Hablo de "policías buenos, policías malos y policías regulares" cuando le preguntaron sobre una contradicción flagrante entre documentos que se le presentaron. Al mediodía del 23 de setiembre se había caratulado un expediente como que Graciela Fiochetti era la persona fallecida en las Salinas, pero a la noche de ese mismo día, cuando su madre se presentó a preguntar por su hija, le dijeron que había salido en libertad y no sabían de ella. Suspiró, pensó un momento y habló de las cualidades de los policías.

Otro momento difícil que pasó Gatica, fue cuando contó, sin que nadie se lo preguntara, que cuando se presentó a Pla, le dijo que él tenía hijos y que no quería hacer "ninguna cosa que los avergüence" a los pequeños, por lo que le pidió que no lo hiciera intervenir en operativos, que después dijo eran controles de ruta, de documentación de automóviles, etc. pero dejó muy mal parado a su antiguo jefe en esa oportunidad.

Quien perdió la memoria por completo y hablaba con una vocesita apenas audible, fue la otra secretaria de Pla, María del Carmen Sosa, que si no hubiese ido a la cita, hubiese dado exactamente igual, porque de lo único que se acordó fue de su nombre y domicilio.
Calderón vs Velazquez

El último en desfilar ante el Tribunal fue Luis Mario Calderón, sindicado por Jorge Hugo Velázquez como la persona que lo acompañó a llevar a Fiochetti (cuando estaba detenida) desde la Jefatura hasta el lugar denominado "La Escuelita", en Justo Daract y Ejército de los Andes, también a sepultarla como NN en el cementerio del Rosario. Otra actuación que le achaca el fallecido Velazquez, es haber ido con él a la pensión donde vivía Sandro Santana Alcaraz y probablemente ser una de las personas que lo "levantó" cuando estaba en clase en la Universidad.

Negó absolutamente todo y adjudicó esas acusaciones a "un tema personal" del que en principio no quería hablar, pero finalmente dijo que "Velazquez creía que yo lo gorreaba" y que por esa situación lo había comprometido.

Calderón, al revés que los otros testigos, fue quien se acordó con más detalles que en su primera declaración hecha hace 22 años, de como funcionaban las cosas en Informaciones. Ahora pudo asegurar que Velazquez no era chofer y precisó los nombres de todos los agentes que cumplían con esa función, cosa que la primera vez no pudo.

Dijo que él en aquel momento era el encargado de hacer los sumarios y que su tarea se equiparaba a la que hoy se denomina "Asuntos Internos". Nunca le tomó ninguna declaración a un detenido, según sus palabras, tarea que le estaba asignada "a Ricarte y Orozco".

Luego de mucho esfuerzo recordó un día que un camión militar trajo a unos detenidos, pero dijo que no estaban atados y "bajaron normalmente", pero que no sabía qué había ocurrido con ellos, a pesar de que trabajaba en la oficina donde Víctor Fernández reconoció haber estado contra la pared y donde había visto golpeado y sangrante a Pedro Ledesma.

"Yo nunca vi nada de eso", dijo cuando le preguntaron si había visto torturar, golpear o maltratar a alguien.
Alcaraz

Otro testimonio para el olvido fue el del entonces responsable del destacamento de Balde, el comisario Alcaraz, ya que no participó en ninguno de los hechos y lo único que hizo fue recibir un radiograma múltiple donde avisaban de los autos sospechosos en la Salina.

La lista de testigos no fue compeltada ayer y la audiencia continuará hoy a las 8 y media de la mañana.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com
El cronograma completo:

Martes 16 Diciembre 2008

Aldo Ibar MUÑOZ

Marcos Alberto CARRIZO (Consigna)

Ángel ROMERO (testigo Salinas)

Juan Carlos ALCARAZ (Policial)

Ramón Celestino GATICA (Jefatura)

María del Carmen SOSA (Jefatura)

Luis Mario CALDERON (D-2)

Omar LUCERO (D-2)

Rafael PEREZ (D-2)

Eduardo Humberto ALANIZ (D-2)

Fallecidos:

Laureano Arias (Testigo en Salinas)

Mauricio Antonio Calderón (Ofic. Policía)

Pedro Isaúl Villegas (Fotógrafo)

Roque Sánchez Quiroga (Exhumación cadáveres)


Miercoles 17 Diciembre 2008

Juan Carlos PEREZ

Dr. Jorge Ernesto SALGUERO FUMERO

Dr. Vicente Ernesto MORENO RECALDE

Rosa Magadalena RODRIGUEZ

Nilda Lili GARRO de ACEVEDO

Lectura Fallecidos:

Carlos Hermenegildo Ricarte (D-2)

Rolando Alberto Gonzàlez (D-2)

Victor Guillermo Sosa (Morguero)

Eduardo Emilio Parnisari (Reg. Civil)


Jueves 18 Diciembre 2008



Luis Saíz (Se desconoce)

Informes Médicos y Autopsias:

Dr. Osvaldo Antonio LEDESMA

Dr. Guillermo Rodolfo NAVARRO MALPICA

Dr. Héctor Hugo RODRIGUEZ (Médico)


Jorge Alberto MOYANO (Com.)

Principal Manuel CALDERON

Lila Sonia BECERRA

Luis Severo TORRES

Alberto Antonio AGUILERA

Santos Omar FERREIRA

Carlos Alberto ACEVEDO

Dr. Domingo Jorge BORRA (Velazquez)


Lunes 22 Diciembre 2008

Julio Jorge IANANTUONI

Carlos Alberto ACEVEDO

Arturo Jesús NEGRI

Agustín Eduardo MONTIVEROS

Alfredo Manuel RODRIGUEZ


Martes 23 Diciembre 2008



Ramón BARACO

Mirta Gladis ROSALES

Anibal Franklin OLIVERAS

Juan Fernando VERGES

María PONCE de FERNANDEZ

Julio LUCERO BELGRANO

Miguel MENA


Miércoles 07 Enero 2009


Isabel Catalina GARRAZA

Comisario Enrique Manuel ORTUVIA SALINAS

Cabo Pedro Ismael ROSALES

Oficial Ayudante Edgardo Aurelio VELAZQUEZ (com Segunda)

Agente de Policía Pascacio Alberto PEREYRA (Com Segunda)

Irene CHACON de SOSA (esposa del Jefe de la Cría.Segunda-)

Roberto Nicolás ZULETA

Inocencio César GOMEZ

Martín Arnobio LEYES

Alfredo Ramón GOMEZ

Fallecidos:

José Héctor Rodriguez

Oscar Antonio Guzmán

Marcelo Arturo Sosa

Alejandro Anastasio del Valle Jofré

Juan Elias Lucero

María Ramón Camargo

Alonso Orlando Cazorla


Jueves 08 Enero 2009


Pedro Carlos GUARDIA

Sub Comisario Rúben CASTRO

Profesor Eduardo Witerman BARRISO (Alz)

Yolanda Elena Páez de DI GERARO (Alz)

Alfredo Luis José MONTOYA (Nvo Fer)


Lunes 12 Enero 2009


Raúl Benjamín LOPEZ

Coronel Guillermo DARACT

Coronel Gerácimo Dante QUIROGA

Enrique LOALDI

Mayor Carlos Alberto OZARAN

Fallecidos:

Mayor Claudio Alberto Franco


Martes 13 Enero 2009



Ex sacerdote Pablo Melto

Carlos Martín Pereyra GONZALEZ

Obispo Mons. Juan Rodolfo LAISE


Miercoles 14 Enero 2009

Inspección Comisaría II, y recorrido de Pedro Valentín y Segundo V. Ledesma


Jueves 15 de Enero 2009

Incorporación de la Prueba Instrumental

María del Carmen Alcaraz

Testigos Propuestos por el Dr. Ponce (Querella), fs.3481

Alegatos de querella

Alegatos Fiscalía

Alegatos Defensas:

Juan Carlos Pérez

Luis Alberto Orozco

Víctor David Becerra

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

Durante siete horas se recibieron testtimonios

La del lunes fue una de las jornadas más extensas en el juicio que se le sigue a los represores que actuaron en San Luis durante la dictadura. El testimonio más relevante lo brindó Carlos Paez, el hombre que por su insistencia, descubrió el lugar donde estaba enterrada Graciela Fiochetti en las Salinas del Bebedero. Después testificaron policías que se acordaban poco y nada de lo sucedido, al punto tal que el juez Burad le recriminó a uno de ellos que al momento de hacerle una nueva pregunta llevaba contabilizados 50 "no me acuerdo o desconozco", que volvió a repetir muchas veces más.

Otro dato curioso, que llevó a pedir a Burad un permiso especial a las partes para formular la pregunta, es el hecho de que la mayoría de los operarios de la empresa Ciba están sordos. Uno de ellos explicó que recién hace unos pocos años les proveyeron de protectores auditivos.

Paez, en su extensa declaración, en la que a pesar de las repreguntas de los abogados de la defensa, no cambió nada de lo que ya había dicho en declaraciones anteriores -reflejadas en la nota que publicó este medio- y agregó que unos días antes habían visto a un Torino blanco, similar al que salió de la Salina la madrugada del 26 de setiembre de 1976, donde andaba gente "vendiendo ropa y dando vueltas" como si se tratara de un trabajo previo de inteligencia. (ver nota publicada)

Luis Eulogio Lucero, que actualmente trabaja en Dos Anclas, y tiene una sordera del 80 y 90% en los respectivos oídos, contradijo algunas afirmaciones de las que había hecho Carlos Paez, particularmente el color de los autos, que Paez dijo que eran Blanco y Rojo, mientras que Lucero sostuvo que eran negros con los vidrios polarizados.

Pero leídas sus declaraciones realizadas en 1985, existieron muchas contradicciones con lo que afirmó en aquella oportunidad.

Él junto a otros compañeros de trabajo fueron las personas que vieron el momento en que sacaron a los cuerpos de la fosa donde se encontraban. Reconoció las fotos que le mostraron y contó como había sido su periplo desde el momento en que salió de trabajar, le pidieron que fuese testigo y vio lo sucedido. Iba acompañado por Roque Sánchez y Laureano Árias.

Los testigos de ayer: Carlos Paéz, Aldo Martín Alaniz (policía), Luis Eulogio Lucero, Pantaleón Victor Payero (policía retirado), Hugo Raúl Quiroga (el policía más desmemoriado), Domingo Francisco Escudero (policía) y Mario Ángel Ingolingo.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmial.com

viernes, 12 de diciembre de 2008

Recorriendo el camino que hicieron los asesinos


Este lugar sería el señalado por Velazquez como el que se utilizó para hacer el fusilamiento. Está a unos 500 o 600 metros del cruce con la ruta nacional 7


El puesto de policía desde donde el agente Baigorrí avisó del paso de los Torinos. Carlos Páez, un testigo que declarará este lunes, fue quien lo alertó sobre los autos que venían de la salina. Hoy está ocupado por Inclusión Social


En este lugar, desde donde observan el Juez Nacif, Víctor Fernández y María Magdalena Álvarez, estaba parado Carlos Paéz cuando pasaron los Torino "con nueve o diez personas". Al frente está la Iglesia. Para allí miraron los asesinos para que no les vieran la cara.

El reconocimiento más emotivo

"Nunca me animé a venir a las Salinas, es la primera vez, a pesar de que mi madre me pidió muchas veces que viniéramos" manifestó "Cuqui" Álvarez, la hermana de Graciela Fiochetti en un diálogo informal mientras se hacía el largo peregrinar hacia el lugar donde encontraron los restos de los dos jóvenes víctimas del terrorismo de Estado.


Cuqui iba desgranando sus recuerdos, mientras la comitiva avanzaba hacia la casa más próxima al lugar del asesinato de su hermana. Allí se buscaría algún nuevo indicio de lo ocurrido en aquella trágica noche de setiembre de 1976

"Yo aprendí a manejar a los 9 años, a los 23 andaba sola por cualquier lado, por los lugares más inhóspitos, pero nunca pude venir", relata

"Plantas de Jume te tapan... dice un de los versos que escribí", contó mientras buscaba la planta con la que los asesinos intentaron cubrir el pozo donde habían enterrado a Graciela y otro muchacho, que hasta el día de hoy su nombre permanece en incógnita. Podría ser Sandro Santana Alcaraz o Idelgardo Chacón.

Cuqui no conocía la planta y preguntaba a los lugareños cuál era, mientras explicaba las propiedades recordando los versos de Antonio Esteban Agüero cuando habla de la ceniza de Jume para "engordar" la mazamorra y "la lejía que se prepara para hacer la limpieza".

Pero también le sirvió para concluir que este había sido "un plan premeditado", ya que el lugar es de difícil acceso y de no haber mediado la insistencia de uno de los trabajadores de la fábrica que quiso saber qué habían venido a hacer esos autos, cuyos ocupantes dieron vuelta la cara cuando pasaron frente a él, hoy quizá el territorio adyacente a la laguna seria la tumba de esos dos jóvenes que fueron asesinados cobardemente por las fuerzas represivas.

"Es un tema inconcluso para mi", explicaba emocionada mientras se acercaba al lugar donde hoy una pequeño recordatorio con dos cruces indica que es un homenaje "A LOS DIJUNTOS DESCONOCIDOS BARON Y MUJER ECHO POR PERSONAS DE ESTE ESTABLECIMIENTO - 1.11. AÑO 1980 R.S.O. Y M.R."



Los lugareños le adjudican hechos casi milagrosos a Graciela. Una vecina, la más próxima del lugar donde fueron asesinados, cuenta que cada vez que alguien de su familia estuvo enfermo, le pidió por ellos "y no me falló nunca", dice agradecida.


Mientras don Quiroga le explica al Tribunal como vivió esos días, atrás, a lo lejos, una mujer cuenta la veneración que tienen por Graciela, a la que le llevan flores todos los 26 de setiembre y prenden velas en su memoria.

De un lado las parvas de sal, el camino por donde los trajeron y del otro la inmensidad del monte achaparrado, de vegetación baja y escasos árboles de porte. "Un lugar en el medio de la nada", lo definió el presidente del Tribunal, el Dr. Nacif. Al pié de las dos cruces de hierro unidas por arabescos en donde la letra P del Que en Paz Descanse está soldada al revés y se asemeja a una g, hay un grueso bloque de cera de las velas que con dificultad por el viento encienden los peregrinos que van cada 26 de setiembre llevándoles flores a los "DIJUNTOS DESCONOCIDOS".


A lo lejos se ven las parvas de sal

La recorrida sirvió para deteminar que ninguna de las medidas que tomó la policía en sus croquis tenía relación con la realidad. El entierro se había producido a unos 1.500 metros de la entrada de la fábrica, detras de la última parva de sal.

El último paso de la requisa que se llevó a cabo ayer, fue instalarse los miembros del Tribunal y los demás participantes de la recorrida, en el lugar donde vieron pasar a los Torinos que entraron aquella madrugada y el sub comisario Bermúdez, de la Delegación San Luis de la Policía Federal, junto a personal a su cargo, hicieron disparos con distinto tipos de armas para intentar saber si desde esa distancia se escuchaban las detonaciones.

Algunos alcanzaron a escuchar una, dos o tres, según el lugar donde estuviesen ubicados. Pero el ruido fue apenas audible y lo percibieron aquellos que estaban con el oído atento y avisados de que se iban a producir, debido al aviso que hacía la Policía que los efectuarían. Tranquilamente en aquella madrugada, con el ruido de las máquinas, nadie pudo haber escuchado nada.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Este miércoles se hizo el reconocimiento de tres dependencias del Ejército


Sarmiento le explica a la Fiscal Olga Allende su paso por las dependencias del Grupo de Artillería para hablar con una tía que era monja

El Tribunal Oral Federal que juzga a militares y policias que actuaron durante la dictadura en San Luis, recorrió hoy tres dependencias del Ejército junto a familiares y víctimas de los años de plomo en la Argentina.

A veincitinco años del advenimiento de la democracia, Juan Cruz Sarmiento, que estuvo detenido por casi ocho años en distintas cárceles del país, señaló que este había sido "uno de los momentos más duros" que le tocó vivir, ya que en la denominada "Granja La Amalia", un campo de entrenamiento del Ejército, ahora convertido en una especie de haras, reconoció su lugar de detención.


"Reconozco la rugosidad de las paredes, el camino que hacía entre el lugar en que estaba detenido y en el que me torturaban", señaló a los periodistas. Las declaraciones completas en YouTube.

En el GADA


Por primera vez la memoria de don Segundo Ledesma pareció flaquear y no pudo dar con el lugar donde lo atendió el entonces teniente coronel Moreno

El paso de los años le jugaron una mala pasada a segundo Valentín Ledesma, el padre de Pedro Valentín, desaparecido en el mes de setiembre de 1976. Recorrió todas las dependencias del Grupo de Artillería, pero no pudo encontrar el lugar donde lo atendió el que en ese entonces era el Jefe de la Unidad.

El de la foto fue el que le resultó más familiar, pero de todas maneras no pudo aseverar con certeza que fuera ese. Para él, había subido por unas escaleras hasta la planta alta y el lugar que reconoció estaba en un sitio elevado, pero sin pasar por las escaleras que él recordaba.

En cambio Cuqui Álvarez, hermana de Graciela Fiochetti, si reconoció el lugar donde fue recibida por el militar. Reina Alcaráz, hemana de Sandro Santana Alcaraz, el estudiante desaparecido en el mismo mes, también dijo que fue acompañando a su padre al lugar que señaló Álvarez.

martes, 9 de diciembre de 2008

Reconocimiento en la vieja Jefatura de Policía

Durante la mañana de este martes, el presidente del Tribunal Oral Federal, Julio Nacif, acompañado por integrantes de la querella, la defensa, el Ministerio Fiscal, organizaciones y militantes por los Derechos Humanos, hicieron hoy una inspección ocular en el edificio donde funciona el Programa Becas Arte Siglo XXI, lugar en que funcionaba la Jefatura Central de Policia.

Víctor Fernández, querellante en la causa contra policías y militares que actuaron durante el proceso que lo torturaron, dio detalles de como llegó al lugar, quienes estaban y como estaban distribuidas las oficinas.

También aportaron su relato la hermana de Graciela Fiochetti, Cuqui Álvarez, y Segundo Ledesma, el padre de Pedro Valentín, el joven puntano desaparecido en setiembre del 76.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Entre tanto "no me acuerdo", hubo un policía que dio precisiones del operativo


La casa de Graciela Fiochetti, el día en que fue velada, diez años después de su muerte, en la calle Mariano Moreno 160, de La Toma, de donde la llevaron. Fotografía gentileza Rubén Carbonell

El martes en la mañana, no fue poca la sorpresa de los asistentes al debate oral por la memoria precisa del oficial Mansilla, encargado de labrar las actas la noche del 21 de setiembre de 1976, cuando fueron detenidos en La Toma Graciela Fiochetti, Víctor Fernández y Oscar Trepín. También estuvo en el allanamiento de la casa de Ricardo Anglé, que fue detenido en San Luis, en la Terminal de Omnibus.

El testimonio del policía dejó en claro varias cosas: que el operativo fue violento, que le dispararon a la cerradura de la puerta de la casa de Fiochetti, también hubo disparos en la casa de Fernández, que traspasaron la puerta e impactaron en el techo. Este relato es coincidente con otros tantos brindados por familiares de las víctimas y contradicen al del entonces teniente primero Horacio Dana, a cargo del operativo, que dijo que se había hecho amablemente y sin disparos.

En cuanto a las personas dijo que si bien no conocía a quien comandaba el grupo militar y estaba a frente de las acciones que se desarrollaro, luego supo que se trataba de Horacio Dana, cosa que también había sido reconocido por el propio militar. Vio a Víctor Becerra en las dependencias de la departamental de policía, pero no a Carlos Pla, el entonces sub jefe de la fuerza. Hasta ahora hay solo dos testimonios que lo compromenten, el de Víctor Fernández y el de la tía de Fiochetti, Elva Álvarez, que era la radio operadora policial aquella noche, y en su testimonio dijo que si bien no lo conocía a Pla, le habían dicho que el hombre que fue a pedirle si tenía unas galletitas, era justamente él. Los demás testimonios no lo tienen a Pla en La Toma.

También dijo que en esa movilizaciòn de personal de las fuerzas de seguridad estaban el comisario Gil Puebla (olvidadizo a la hora de declarar) y el comisario Garro.

Dijo que lo fueron a buscar a su casa en horas de la madrugada y que cuando llegó a la dependencia, ya estaban tres personas detenidas, que él pensó que eran "tres masculinos", porque estaban mirando hacia la pared, pero después se dio cuenta que uno de ellos era Graciela Fiochetti, que estaba vestida con pantalones. Fue en una mirada fugaz que los vio, cuando el Comisario Chávez salió de su oficina a darle la orden para que confeccionara las actas. "Fue una fracción" de tiempo muy corta, la que los vio. Luego recorrió los domicilios allanados y labrò las actas correspondientes que se las dictaba quien luego se enteró que era Dana. "Ninguno se identificó", ni le dieron ganas de preguntarles nada, según recordó.

Cuando volvió a la comisaría, con el sol alto en el cielo, le dieron la orden de que se encerraran en la última oficina, al lado de la del radio operador y desde allí pudo ver, espiando a través de una rendija, como se los llevaban a los detenidos en un camión militar. "Iban maniatados y con los ojos vendados", aseguró, reforzando la versión de Fernández y contradiciendo la de Dana.

Dijo no haber escuchado gritos o quejidos producto de torturas, situación razonable, ya que cuando él llegó a la dependencia, los detenidos recién llegaban y luego se fue. A su regreso, la comitiva se preparaba para partir hacia San Luis. Las sesiones de tortura que relató Fernández y la tía de Fiochetti se produjeron en ese interín en que estuvo ausente.

De los detenidos esa noche, dijo que él tenía "un buen concepto" y que no le parecia verosimil que tuviesen actividades subversivas.


Ese mismo día de 1986, cuando comenzó una nueva etapa para la familia Álvarez Fiochetti

Otros testimonios

Luego de Mansilla, prestó un vergonzoso testimonio Luis Daniel Contreras, que fue la persona que firmó el acta en la casa de Fiochetti. Actualmente es docente de profesión y visiblemente escondió todo lo que se acordaba de aquella noche, tras un "hace mucho tiempo", o lisa y llanamente con un "no me acuerdo". Un triste ejemplo para quien tiene a su cargo la educación de muchos chicos puntanos.

Lo único que recordó fue que lo fueron a buscar a su trabajo para que hiciera de testigo, que cuando llegó, comenzaron con las requisas, cosa poco probable, puesto que lo llevaron después de las seis de la mañana en que entraba a trabajar en las oficinas de Agua y Energía de La Toma y los operativos comenzaron poco después de las tres.

Solo sabía que "revisaron los roperos y debajo de los colchones", aunque dijo haber estado en la sala de la entrada de la casa, desde no se ven las habitaciones.

Tras la presentación de Contreras, lo siguió el comisario Jorge Andrés Mora, que en aquellos días era Oficial Ayudante. Dijo que vivía en la dependencia en un cuarto ubicado al fondo y que lo convocaron, pero que apenas llegado, fue al baño y al salir, unos militares le dijeron que se fuera.

Mora estaba indicado como la persona que señaló los domicilios de los detenidos, pero en esta oportunidad no recordó ese punto. Según su relato él tenía a su cargo elaborar informes sobre las "actividades subversivas" que se desarrollaran en el pueblo, pero después se desdijo y señaló que nunca mandó nada, es decir que no confeccionó ningún informe de inteligencia.

También indicó que había visto a Becerra en la departamental y que no escuchó ningún grito o quejidos de los torturados. Según él, se fue a poco de llegar. Todo lo demás, se enteró por comentarios.

El comisario general Miguel Ángel Escudero fue quien instruyó un sumario administrativo contra Víctor David Becerra ya durante la democracia, pero su testimonio no aportó nada a este juicio.

El último en declarar fue el cabo retirado Antonio Ceferino Becerra que no se acordó nada de nada. Así como llegó se fue. "No me acuerdo" fue lo único que se le escuchó decir.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

Dos testimonios que aportaron poco a la causa

En la mañana del lunes prestaron declaración testimonial Oscar Trepín y Ricardo Anglé, detenidos en el operativo realizado en setiembre de 1976 en La Toma y San Luis, donde también fueron apresados Víctor Fernández y Graciela Fiochetti, la joven asesinada luego en las Salinas del Bebedero.

Uno de los acusados, Víctor Becerra -que ayer fue confirmada nuevamente su participación en el violento operativo realizado en la cabecera del departamento Pringles- debió ser retirado antes de finalizar la audiencia, debido a los serios problemas de salud que padece. Demacrado y pálido, con la barba sin rasurar de varios días, el por entonces temible "Japonés" Becerra, permaneció con la mirada perdida durante casi toda la jornada, hasta que debió salir y ser trasladado a un nosocomio.

En la declaración de Trepín, que trabajaba en el mismo edificio del Centro Cívico de La Toma con Víctor Fernández, aseguró que en el operativo policial militar realizado, quien tuvo activa presencia fue Becerra.

Anglé, mientras tanto, recordó como fue detenido en la terminal de ómnibus de San Luis luego de que fueran a buscarlo a su casa en La Toma y no lo encontraran.

Dijo que permaneció en la Jefatura Central de Policía, que no lo torturaron y solo lo sometieron a maltrato verbal, en relación a su militancia peronista.

Recordó también haber visto en esa dependencia a Graciela Fiochetti y Víctor Fernández y que estos fueron liberados "a la noche o la madrugada", mientras que él y Trepín permanecieron hasta las 13 de ese día "de espaldas, mirando la pared".

También se leyeron por Secretaría los testimonios de personas fallecidas, entre las que estaba la madre de Graciela Fiochetti, pero ninguno aportó mayores datos a los ya conocidos hasta el momento en el debate oral.

Para hoy "a las 8,30 en punto", según aclaró el presidente del Tribunal Oral Federal, Julio Nasif, está citada una nueva audiencia en donde están citados a declarar policías que desempeñaban funciones en La Toma y tuvieron alguna participación en los sucesos de la madrugada del 21 de setiembre de 1976.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

lunes, 1 de diciembre de 2008

El relato del horror: Un militar cuenta como fusilaban a los detenidos




En el año 2004 a Bruno Laborda le negaron el ascenso, presuntamente por un arresto que sufrió durante su carrera militar, cuando era mayor. El militar, el 10 de mayo de 2004 hizo una presentación ante el Jefe del Estado Mayor, argumentando que en
sus 30 años de servicio, "he acatado las resoluciones de la superioridad sin otro espíritu que no sea el bien del servicio".

Con una profunda ironía, relata las órdenes que le tocó cumplir en la denominada "Guerra contra la subversión" y el papel que cumplió cada uno en esos días. Sus declaraciones hablan de un plan sistemático para el aniquilamiento físico de los "juzgados y condenados no sé por quien". En el juicio que se realiza en San Luis, se ha solicitado que se incorpore ese testimonio, para probar de que se trataba de un programa que estaba vigente en todo el país y que los crímenes obedecían a una planifiación.

Laborda, en la presentación solicita a la Junta de Calificación de Oficiales, para que aplique "en la revalorización de los nuevos elementos de juicio a exponer por dicente, los mismos criterios adpotados con respecto a la valorización hecha sobre
la sanción disciplinaria de 15 días de arresto impuesta al suscripto en el grado de Mayor".

En la foja 7 señala: "Como es de conocimiento de la JCO, el suscripto egres{o del CMN en diciembre de 1976, siendo destinado a prestar servicios en el entonces B Com Cdo 141 (Batallón de Comunicaciones Comando 141), en la ciudad de Córdoba. Todos los oficiales suboficiales egresados en esa época fuimos instruidos y educados de acuerdo a las difíciles circunstancias que vivía nuestro país, azotado por el flagelo del terrorismo subversivo. Fui nutrido de bastos conocimientos y entrenado adecuadamente para poder enfrenatar con éxito todas las acciones, que a tal efecto se hacían para la eliminación total de dicha amenaza".

"Esa formación como soldado la fui adquiriendo mediante principios y valores propios de la época, tales como la reiterada idea expuesta y pregonada por un entoces imitado y recordado oficial insturctor de la Batería A del CMN, que decía: "al
subversivo hay que matarlo, pero no solo aél, sino también a sus hijos, para que no puedan vengarse, y así otras tantas, que en forma reiterada se nos inclucaba con la finalidad de que en nuestro futuro desempeño en las unidades fuese eficiente y motivado".

"Fue como a partir de enero de 1977, siendo un recién egresado subteniente, comencé a participar activamente en la lucha contra las denominadas "Bandas de delincuentes terroristas", "La subversión apátrida", o el "Terrorismo Marxista".

Ese mismo año fue cuando me toco intervenir activamente en la eliminación física de un guerrillero acusado y condenado -nunca supe por quien- por la participación directa en el hecho ocurrido un año atrás, donde como consecuencia de una emboscada a un vehículo militar de nuestro batallón, se produjo el cobarte y artero asesinato del cabo 1° Bulacios, joven suboficial que revistaba en la Unidad".

"Con la presencia del Jefe de batallón, el entonces teniente coronel Dopazo, la Plana Mayor, Jefes de Compañía y Oficiales, dimos muerte al supuesto asesino y terrorista, en el campo de la Guarnición Militar Córdoba, en proximidad a a la "Mezquita", lugar que con el tiempo se convertiría en el cementerio anónimo de la subversión. Más de tereinta balazos de FAL sirvieron para destrozar el cuerpo de un hombre que arrodillado y con los ojos vendados, escuchó con resignación las últimas palabras de nuestro jefe, pidiéndole que encomendara su alma a Dios. Posteriormente, los oficiales más modernos arrojamos sus despojos a un pozo, que previamente hiciéramos a pico y pala, procediendo después a la quema del mismo. Luego lo enterramos y disimulamos el lugar, de modo tal que este no pudiera ser encontrado jamás".

"Durante el transcurso del año 1978, fui comisionado junto a otro oficial recién engresado par trasladar en una ambulancia militar, a una mujer desde el Hospital Militar de Córdoba hasta el campo de la Guarnición Militar. La mencionada
anteriormente, de la cual nunca supe su identidad, había tenido familia un día antes en el mencionado nosocomio y que por su activa participación en una de esas Bandas Terroristas (Montoneros), fue condenada a muerte debido a su probado accionar en actos de sabotaje en el desarrollo del Campeonato Mundial de Fútbol 78. Su traslado al campo de fusilamiento de la Guarnición fue lo más traumático que me tocó sentir en mi vida. La desesperación, el llanto contínuo, el hedor propio de la adrenalina que emana de aquellos que presienten su final, sus gritos desesperados implorando que si realmente éramos cristianos, le juráramos que no la íbamos a matar, fue lo más patético, angustiante y triste que sentí en mi vida y que jamás pude olvidar".

"Nuevamente y a ordenes del Jefe de la Unidad, el entonces Teniente Coronel SOLARI y todos los oficiales designados, procedimos a fusilar a esta terrorista, que arrodillada y con los ojos vendados recibió el impacto de más de veinte balazos de distintos calibres. Su sangre, a peser de la distancia, nos salpicó a todos. Luego siguió el rito de la quema del cadáver, el olor insoportable de la carne quemada y la sepultura disimulada propia de un animal infectado".

"Nunca supe del destino del niño o niña, que un día antes de la muerte de su madre, naciera en el Hospital Militar Córdoba".

Bruno Laborda relata también la muerte de otros detenidos que fueron fusilados y hechos aparecer como muertos en enfrentamientos.

En el juicio que se le sigue a Carlos Pla, Miguel Angel Fernándes Gez, Juan Carlos Pérez, Luis Orozco y Víctor Becerra, la querella ha solicitado que se incorpore este testimonio, ya que lo considera clave para mostrar como funcionaba el aparato represor en aquellos años y la sistematicidad de los asesinatos y desapariciones.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com