miércoles, 4 de marzo de 2009

Una defensa provocadora

"Si doblamos la ley, vamos a generar venganza y yo no quiero venganza, yo quiero justicia"
San Luis (Pelr) 03-03-09. La defensa ejercida ayer por Hernán Vidal, en favor de Víctor David Becerra y Carlos Estaban Pla fue, por momentos, irritante para los familiares de las víctimas, víctimas también -aunque él se niegue a reconocerlos como tal- de las atrocidades que estuvieron a cargo de los personeros locales de la dictadura militar.

"Si doblamos la ley, vamos a generar venganza y yo no quiero venganza, yo quiero justicia", dijo el abogado que pidió para sus pupilos "que se dicte sentencia y se absuelva libremente a mis defendidos Víctor David Becerra y Carlos Esteban Pla por los hechos que se le imputaron y fueron traídos a este juicio oral y público".

Pero, más allá de no reconocerlas e intentar destruir una a una las pruebas que se presentaron en las audiencias a través de nulidades y tecnicismos, Vidal también solicitó que "sin perjuicio de ello y en razón de lo normado en la ley 24.660 en los artículos 158 y 168 y los artículos 1,6, 7, 72 y 75 del decreto 303/1996 es que para el caso de condena y subsidiariamente solicito que se lo traslade a la unidad del servicio penitenciario sita en Campo de Mayo, provincia de Buenos Aires o en su defecto al penal de Marcos Paz, a fin de resguardar los derechos que le acuerdan las normas tendientes a facilitar y a estimular las relaciones con sus lazos familiares".

"Para el caso de Becerra, solicito, en razón de su estado de salud, que mantenga la prisión domiciliaria, porque llevarlo a un instituto carcelario, sería seguir sometiéndolo a un acto cruel e inhumano. Hizo reserva de casación y de caso federal previsto en los artículos 14 y 15 de la ley 48, como así también de recurrir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos".

Pidió, que se consideraran nulos los testimonios de Juan Vergés, Mirta Rosales, Gladys Orellano, Catalina Garraza, Anibal Oliveras, Julio Lucero Belgrano, Jorge Salinas por ser "denunciantes, víctimas y testigos en otras causas en pleno trámite" y además, según su punto de vista, "no fueron propuestos en la etapa procesal oportuna".

También fustigó la incorporación del testimonio de José Samper, que según Vidal fue "una celada preparada por la querella, que fue refrendada por el Tribunal" que "lo desembarcó a decir cosas que nos pararon los pelos de punta".

Casualmente Samper fue quien dijo que el actual camarista federal Carlos Martín Pereyra González le había contado que había presenciado la tortura de Graciela Fiochetti de manos de la Policía de la Provincia, en el edificio contiguo al que él trabajaba. Oliveras y Vergés también comprometieron al ahora "juez de la Nación", ya que en su testimonio señalaron que no había hecho como secretario lo que le correspondía cuando fueron torturados.

Mirta Rosales, mientras estaba detenida, entre otras cosas, reconoció la bicicleta de Santana Alcaraz en la oficina de la Jefatura de Policía, cuando ya a "Sandro" lo habían secuestrado de la Universidad. Catalina Garraza era la novia de Pedro Ledesma cuando lo "chuparon" los grupos de tareas y también aportó algunos detalles en la causa.

No fueron casuales los pedidos de nulidad de esos testimonios. No eligió los relatos a todas luces mendaces de los policías que esquivaron el bulto para no decir lo que habían hecho y visto en aquella época, tan "preocupado" que se lo vio a Vidal por conocer "la verdad histórica" en este juicio.

Consideró que todavía no estaban probados los tormentos sufridos por Víctor Fernández, que eso debía corresponder cuando un tribunal lo determinara con sentencia firme, alejando la posibilidad de que la tortura hubiese comenzado en el mismo momento en que fue golpeado su cuerpo o cuando era sumergido en tambores de agua en un sufrimiento indecible que también relataron otros testigos.

Para el defensor, tampoco los familiares son víctimas, ya que no estuvieron sujetos a los tormentos materiales que se relataron en las audiencias, como si fuese poco haber perdido a un hijo y esa materialización del tormento no se vivenciaria dia a día durante estos 32 años.

A Fernández, con un aire provocador y altanero, buscando la reacción ante la injuria, lo llamó "el cebador de mate oficial de la policía" mientras estuvo detenido.

Su defendido, Carlos Pla, en una audiencia realizada pocos días atrás, dijo por lo bajo que "El Gringo" había salvado su vida "por buchón". Fue en la misma sesión donde Pla también dijo a media voz, pero con tono intimidante: "ni los van a encontrar jamás" a los que aún están desaparecidos, en una acción calificada por el defensor de otro imputado como "una bravuconada incomprensible". Probablemente porque él esté seguro de que el lugar donde los enterrarron es un secreto guardado bajo siete llaves y que no se romperá el pacto de silencio entre los genocidas.

"Este proceso no tiene nada de especial, más allá del dolor, que se los reconozco y la capacidad de lucha que les dio impulso, con armas leales, con armas legales, porque si lo que hacemos es buscar un chivo expiatorio porque se me murió el que torturaba, o se me piantó el que encubría o instigaba, cargarle la tinta al que no tiene nada que ver, no es de buena salud mental", dijo buscando con su discurso de fuerte tono político, dejar la sensación en la sala de que su sensibilidad era tal como para comprenderlos e incluso compartir su dolor.

Vidal también pretendió cuestionar el tratamiento de víctimas que les dio el tribunal cuando no permitió un careo con Carlos Pla, de Víctor Fernández y Segundo Ledesma, para, justamente, no someterlos a un nuevo tormento de enfrentarse cara a cara con sus torturadores o el secuestrador de su hijo, respectivamente.

Pero el defensor si consideró que Víctor Becerra había sido víctima, por permanecer en un proceso para el cual su salud no lo permitía. Por eso pidió compulsa para los médicos Jorge Giboín y Ricardo Torres, que autorizaron su permanencia en una de las audiencias.

También hizo lo propio con Segundo Valentín Ledesma y Víctor Fernández, para quienes pidió que se abrirera una instancia investigativa por sus dichos durante el juicio.

El tramo más irreverente de su alocución, casi una tomada de pelo para los presentes, fue cuando citó para defender a Pla y Becerra, al escritor Eduardo Galeano, en "El libro de los abrazos", en un relato citado como "El terror Nº 6", aunque en verdad se llama "La cultura del terror/6".

Parsimoniosamente, fue haciendo la narrativa: "Pedro Algorta, abogado, me mostró el gordo expediente del asesinatyo de dos mujeres. El doble crimen había sido a cuchillo, a fines de 1982, en un suburbio de Montevideo. La acusada, Alma Di Agosto, había confesado. Llevaba presa más de un año y parecía condenada a pudrirse de por vida en la cárcel. Según es costumbre, los policías la habían violado y la habían torturado. Al cabo de un mes de contínuas palizas, le habían arrancado varias confesiones. Las confesiones de Alma Di Agosto no se parecían mucho entre sí, como si ella hubiera cometido el mismo asesinato de muy diversas maneras. En cada confesión había personajes diferentes, pintorescos fantasmas sin nombre ni domicilio, porque la picana eléctrica convierte a cualquiera en fecundo novelista; y en todos los casos la auotra demostraba tener la agiliad de una atleta olímpica, los músculos de una fuerzuda de feria y la destreza de una matadora profesional. Pero lo que más sorprendía era el lujo de detalles: en cada confesión, la acusada describía con precisión milimétrica ropas, gestos, escenarios, situaciones, objetos...
Alma Di Agosto era ciega.
Sus vecinos que la conocían y la querían, estaban convencidos de que ella era culpable:

-Por qué? preguntó el abogado.
-Porque lo dicen los diarios.
-Pero los diarios mienten -dijo el abogado.
-Es que también lo dice la radio -explicaron los vecinos-. Y también la tele!

Galeano hablaba de la prensa y la metodología policial de aquellos años de dictaduras en el continente, de la vigencia de la doctrina de la seguridad nacional, de las desapariciones en masa. En lugar de una defensa, terminó siendo casi una confesión, a pesar de que pretendió con ese relato cuestionar a los medios de prensa a los que acusó de "distorsionar lo que sucedió en este proceso", y cargó contra los comunicadores, quienes según su particular visión, intentaron "sentarse como jueces cuando no lo son, porque los jueces juzgan y los periodistas informan".

Con la impotencia en los rostros y los ojos brillantes por las lágrimas de volver a revivir este nuevo pedido de impunidad, la mayoría de los familiares siguieron atentamente desde la sala del entrepiso, las instancias de los alegatos de la defensa.

Será bueno que los jueces, tras escuchar tanto sofisma en este alegato defensivo, tengan a mano otro relato de Eduardo Galeano, titulado "Celebración de la desconfianza"

"El primer día de clase, el profesor trajo un frasco enorme: -Esto está lleno de perfume -Dijo a Miguel Brun y a los demás alumnos-. Quiero medir la percepctión de cada uno de ustedes. A medida que vayan sintiendo el olor, levanten la mano. Y destapó el frasco. Al ratito nomás, ya había dos manos levantadas. Y luego cinco, diez, treinta, todas las manos levantadas.
-Me permite abrir la ventana, profesor? -suplicó una alumna, mareada de tanto olor a perfume, y varias voces le hiceron eco. El fuerte aroma, que pesaba en el aire, ya se había hecho insoportable para todos.
Entonces el profesor mostró el frasco a los alumnos, uno por uno. El frasco estaba lleno de agua".

Cuando las defensas hacen agua, algunos profesores de derecho suelen recurrir a los discursos perfumados y a verdades enrevesadas. Pero en sus botellones solo traen agua, que finalmente se le escurre entre los dedos ante el abrumador peso de las pruebas. Solo es cuestión de estar atentos y no dejarse engañar por el discurso.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

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