lunes, 1 de diciembre de 2008
El relato del horror: Un militar cuenta como fusilaban a los detenidos
En el año 2004 a Bruno Laborda le negaron el ascenso, presuntamente por un arresto que sufrió durante su carrera militar, cuando era mayor. El militar, el 10 de mayo de 2004 hizo una presentación ante el Jefe del Estado Mayor, argumentando que en
sus 30 años de servicio, "he acatado las resoluciones de la superioridad sin otro espíritu que no sea el bien del servicio".
Con una profunda ironía, relata las órdenes que le tocó cumplir en la denominada "Guerra contra la subversión" y el papel que cumplió cada uno en esos días. Sus declaraciones hablan de un plan sistemático para el aniquilamiento físico de los "juzgados y condenados no sé por quien". En el juicio que se realiza en San Luis, se ha solicitado que se incorpore ese testimonio, para probar de que se trataba de un programa que estaba vigente en todo el país y que los crímenes obedecían a una planifiación.
Laborda, en la presentación solicita a la Junta de Calificación de Oficiales, para que aplique "en la revalorización de los nuevos elementos de juicio a exponer por dicente, los mismos criterios adpotados con respecto a la valorización hecha sobre
la sanción disciplinaria de 15 días de arresto impuesta al suscripto en el grado de Mayor".
En la foja 7 señala: "Como es de conocimiento de la JCO, el suscripto egres{o del CMN en diciembre de 1976, siendo destinado a prestar servicios en el entonces B Com Cdo 141 (Batallón de Comunicaciones Comando 141), en la ciudad de Córdoba. Todos los oficiales suboficiales egresados en esa época fuimos instruidos y educados de acuerdo a las difíciles circunstancias que vivía nuestro país, azotado por el flagelo del terrorismo subversivo. Fui nutrido de bastos conocimientos y entrenado adecuadamente para poder enfrenatar con éxito todas las acciones, que a tal efecto se hacían para la eliminación total de dicha amenaza".
"Esa formación como soldado la fui adquiriendo mediante principios y valores propios de la época, tales como la reiterada idea expuesta y pregonada por un entoces imitado y recordado oficial insturctor de la Batería A del CMN, que decía: "al
subversivo hay que matarlo, pero no solo aél, sino también a sus hijos, para que no puedan vengarse, y así otras tantas, que en forma reiterada se nos inclucaba con la finalidad de que en nuestro futuro desempeño en las unidades fuese eficiente y motivado".
"Fue como a partir de enero de 1977, siendo un recién egresado subteniente, comencé a participar activamente en la lucha contra las denominadas "Bandas de delincuentes terroristas", "La subversión apátrida", o el "Terrorismo Marxista".
Ese mismo año fue cuando me toco intervenir activamente en la eliminación física de un guerrillero acusado y condenado -nunca supe por quien- por la participación directa en el hecho ocurrido un año atrás, donde como consecuencia de una emboscada a un vehículo militar de nuestro batallón, se produjo el cobarte y artero asesinato del cabo 1° Bulacios, joven suboficial que revistaba en la Unidad".
"Con la presencia del Jefe de batallón, el entonces teniente coronel Dopazo, la Plana Mayor, Jefes de Compañía y Oficiales, dimos muerte al supuesto asesino y terrorista, en el campo de la Guarnición Militar Córdoba, en proximidad a a la "Mezquita", lugar que con el tiempo se convertiría en el cementerio anónimo de la subversión. Más de tereinta balazos de FAL sirvieron para destrozar el cuerpo de un hombre que arrodillado y con los ojos vendados, escuchó con resignación las últimas palabras de nuestro jefe, pidiéndole que encomendara su alma a Dios. Posteriormente, los oficiales más modernos arrojamos sus despojos a un pozo, que previamente hiciéramos a pico y pala, procediendo después a la quema del mismo. Luego lo enterramos y disimulamos el lugar, de modo tal que este no pudiera ser encontrado jamás".
"Durante el transcurso del año 1978, fui comisionado junto a otro oficial recién engresado par trasladar en una ambulancia militar, a una mujer desde el Hospital Militar de Córdoba hasta el campo de la Guarnición Militar. La mencionada
anteriormente, de la cual nunca supe su identidad, había tenido familia un día antes en el mencionado nosocomio y que por su activa participación en una de esas Bandas Terroristas (Montoneros), fue condenada a muerte debido a su probado accionar en actos de sabotaje en el desarrollo del Campeonato Mundial de Fútbol 78. Su traslado al campo de fusilamiento de la Guarnición fue lo más traumático que me tocó sentir en mi vida. La desesperación, el llanto contínuo, el hedor propio de la adrenalina que emana de aquellos que presienten su final, sus gritos desesperados implorando que si realmente éramos cristianos, le juráramos que no la íbamos a matar, fue lo más patético, angustiante y triste que sentí en mi vida y que jamás pude olvidar".
"Nuevamente y a ordenes del Jefe de la Unidad, el entonces Teniente Coronel SOLARI y todos los oficiales designados, procedimos a fusilar a esta terrorista, que arrodillada y con los ojos vendados recibió el impacto de más de veinte balazos de distintos calibres. Su sangre, a peser de la distancia, nos salpicó a todos. Luego siguió el rito de la quema del cadáver, el olor insoportable de la carne quemada y la sepultura disimulada propia de un animal infectado".
"Nunca supe del destino del niño o niña, que un día antes de la muerte de su madre, naciera en el Hospital Militar Córdoba".
Bruno Laborda relata también la muerte de otros detenidos que fueron fusilados y hechos aparecer como muertos en enfrentamientos.
En el juicio que se le sigue a Carlos Pla, Miguel Angel Fernándes Gez, Juan Carlos Pérez, Luis Orozco y Víctor Becerra, la querella ha solicitado que se incorpore este testimonio, ya que lo considera clave para mostrar como funcionaba el aparato represor en aquellos años y la sistematicidad de los asesinatos y desapariciones.
Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com
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