miércoles, 17 de diciembre de 2008

"Yo me di cuenta que ellos sabían qué había enterrado"

Otra extensa jornada en el juicio a los represores

Seguro, convencido, tajante y por momentos enojado con las preguntas de la defensa que intentaban descolocarlo. Así se lo vio este martes al comisario Ibar Muñoz, que en 1976 era el Segundo Jefe de la Unidad Regional I y el primer hombre con alta jerarquía que llegó a las Salinas del Bebedero el día que aparecieron dos cuerpos calcinados. "Yo me di cuenta que ellos sabían lo que había enterrado", señaló refiriéndose a los superiores que llegaron luego al lugar. A las 17 el presidente del Tribunal, Roberto Nacif dio por finalizada la audiencia y la lista de testigos quedó inconclusa y tres pasaron para el miércoles a partir de las 8,30.

La secuencia puede ser más o menos así, poco antes de las seis de la mañana, Carlos Paez y sus compañeros de trabajo ven salir de las Salinas a dos Torinos, uno rojo y otro blanco, avisa al destacamento policial, que a su vez transmite la novedad a las otras dependencias por un radriográma múltiple: El destacamento de Balde, la URI y la Jefatura Central de Policía. Luego Paez con el agente Baigorrí salen a reconocer el lugar de donde provenían los autos. Encuentran lo que el salinero llama "el entierro", que intentaron disimular con una planta de Jume clavada al medio. Avisan a sus superiores.

Luego llega Ibar Muñoz con una comitiva compuesta por cuatro hombres. Se van al lugar donde se produjo el hallazgo. Por radio le ordenan que se quede en el lugar y que los otros efectivos que lo acompañaban se "replieguen a base", es decir al destacamento de Salinas. Él informó que temía que lo que estaba enterrado podían ser explosivos o armas.

Después de un tiempo esperando solo en el lugar, haciendo una especie de consigna, "llega el capitán Pla, comienzo a darle las novedades, pero me corta y me dice: 'tocaron algo, quién más vio esto...'. Entonces le digo que no, que nadie tocó nada y que la otra persona que estuvo ahí era un empleado de la fábrica. Me pide que lo lleve a verlo. Lo llevé, habló con él, pero no sé de lo que hablaron", ya que él no estuvo presente en la charla.

En otro tramo de su extensa declaración, Muñoz remarcó que él le había advertido que podría tratarse de explisivos, pero que no llamaron a la Brigada Explosivos como hubiese correspondido, sino que "dieron la orden de que se pusieran a cavar", lo que le resultó sospechoso, ya que si él les había manifestado que podría tratarse de material peligroso, lo menos que se debió hacer es tomar los recaudos pertinentes, "no mandar a cavar", por lo que dedujo que "estos sabían lo que había enterrado".

Muñoz relató también que en esa época a la URI la dejaban de lado, "no nos tenían confianza" y que toda las actuaciones por por presuntas actividades subversivas, la policía lo hacía Informaciones. "Eran procedimientos secretos con gente de su confianza".

Cuando se le preguntó sobre su parecer sobre el procedimiento, no dudó: "Tuve una impresión bastante mala. A ese procedimiento lo debió hacer la unidad", remarcó.

También confirmó que los autos a los que la gente hacía referencia en ese momento eran dos Torinos, uno rojo y otro blanco, pero que "no sabíamos a quien pertenecían".
Los otros testigos

A renglón seguido declaró el radio operador de policía de las Salinas, Mario Alberto Carrizo, que detalles más, detalles menos, coincidió en la manera que se condujeron hasta el lugar donde se encontraron los cadáveres. Aunque hubo una fuerte contradicción con lo que había dicho en 1985 ante el juez González Macias, ya que en esa versión (que coincide con la de Baigorrí y Paez) él se había quedado en el Destacamento y las otras dos personas habían ido a investigar. Ahora dijo que en ese recorrido habían marchado los tres.

Dijo que Paez se había presentado ante él y que luego lo releva Baigorrí, pero que tiene que quedarse "recargado 48 horas más".

Relató todo el recorrido por el costado de las parvas de sal, las huellas de los autos estacionados, las pisadas de dos grupos que se separaban y luego se volvían a encontrar donde aparecieron los cuerpos enterrados.

Pero después hubo una laguna en su memoria, ya que -salvo al II Jefe de la URI, quien estuvo "tomando mate" en el destacamento- dijo no haber visto a los demás miembros de la plana mayor que estuvieon allí ese día, cosa que no había dicho en 1985 y que también quedó asentado en el libro de guardia.

En todo momento, Carrizo habló de que tenía temor por el hallazgo, ya que "los extremistas podían tomar represalias" contra ellos. "Por dos meses no dormimos", recordó y dijo también que posteriormente hubo otro movimiento sospechoso en las cercanías del destacamento, pero "en el camino a Beazley". "Avisamos, pero todo quedó en nada". Hacia ese sector queda el campo de tiro que el Ejercito tiene en el lugar.

Luego fue el turno de Ángel Romero, empleado de Dos Anclas, que no aportó demasiado, pero dijo que los autos era "uno gris y el otro anaranjado", cosa que sostuvo, a pesar de que le leyeron su declaración anterior donde manifestaba que eran uno rojo y el otro blanco. Dijo que no vio quienes eran los ocupantes y que otros compañeros también vieron a los autos que marchaban "despacio" frente a la Iglesia y las tolvas que dan al secadero.

Cuando le preguntaron si no le habían llamado la atención esos autos saliendo a esa hora, dijo que pensó que "habían ido a ver a familiares", pero luego, cuando le insistieron, reconoció que se había sorprendido porque era muy temprano.
"Un buen secretario"

"Usted ha sido un muy buen secretario, ciego, sordo y mudo", le dijo el juez Roberto Burad a quien se desempeñó como hombre de confianza de Carlos Esteban Pla en la subjefatura de Policía.

Ramón Celestino Gatica era el secretario personal de Pla en esos días. Recordaba muy poco, casi nada. Recibía las personas que iban a pedir audiencia con el militar, transmitía lo que le decían, hacía el libro de pases donde se registraban los papeles que entraban y salían, pero que luego, sin explicar porque, se los llevó a su casa.

Dijo no conocer a los familiares de Ledesma, Santana Alcaraz y Fiochetti y que creía que no se habían entrevistado con Pla. Que creía haber llevado alguna vez unos papeles donde estaba la pericia odontológica de Fiochetti, pero en el libro de pases había quedado asentada su firma y sello y también habían pasado la mayoría de las actuaciones que se hicieron en torno a ese caso.

Hablo de "policías buenos, policías malos y policías regulares" cuando le preguntaron sobre una contradicción flagrante entre documentos que se le presentaron. Al mediodía del 23 de setiembre se había caratulado un expediente como que Graciela Fiochetti era la persona fallecida en las Salinas, pero a la noche de ese mismo día, cuando su madre se presentó a preguntar por su hija, le dijeron que había salido en libertad y no sabían de ella. Suspiró, pensó un momento y habló de las cualidades de los policías.

Otro momento difícil que pasó Gatica, fue cuando contó, sin que nadie se lo preguntara, que cuando se presentó a Pla, le dijo que él tenía hijos y que no quería hacer "ninguna cosa que los avergüence" a los pequeños, por lo que le pidió que no lo hiciera intervenir en operativos, que después dijo eran controles de ruta, de documentación de automóviles, etc. pero dejó muy mal parado a su antiguo jefe en esa oportunidad.

Quien perdió la memoria por completo y hablaba con una vocesita apenas audible, fue la otra secretaria de Pla, María del Carmen Sosa, que si no hubiese ido a la cita, hubiese dado exactamente igual, porque de lo único que se acordó fue de su nombre y domicilio.
Calderón vs Velazquez

El último en desfilar ante el Tribunal fue Luis Mario Calderón, sindicado por Jorge Hugo Velázquez como la persona que lo acompañó a llevar a Fiochetti (cuando estaba detenida) desde la Jefatura hasta el lugar denominado "La Escuelita", en Justo Daract y Ejército de los Andes, también a sepultarla como NN en el cementerio del Rosario. Otra actuación que le achaca el fallecido Velazquez, es haber ido con él a la pensión donde vivía Sandro Santana Alcaraz y probablemente ser una de las personas que lo "levantó" cuando estaba en clase en la Universidad.

Negó absolutamente todo y adjudicó esas acusaciones a "un tema personal" del que en principio no quería hablar, pero finalmente dijo que "Velazquez creía que yo lo gorreaba" y que por esa situación lo había comprometido.

Calderón, al revés que los otros testigos, fue quien se acordó con más detalles que en su primera declaración hecha hace 22 años, de como funcionaban las cosas en Informaciones. Ahora pudo asegurar que Velazquez no era chofer y precisó los nombres de todos los agentes que cumplían con esa función, cosa que la primera vez no pudo.

Dijo que él en aquel momento era el encargado de hacer los sumarios y que su tarea se equiparaba a la que hoy se denomina "Asuntos Internos". Nunca le tomó ninguna declaración a un detenido, según sus palabras, tarea que le estaba asignada "a Ricarte y Orozco".

Luego de mucho esfuerzo recordó un día que un camión militar trajo a unos detenidos, pero dijo que no estaban atados y "bajaron normalmente", pero que no sabía qué había ocurrido con ellos, a pesar de que trabajaba en la oficina donde Víctor Fernández reconoció haber estado contra la pared y donde había visto golpeado y sangrante a Pedro Ledesma.

"Yo nunca vi nada de eso", dijo cuando le preguntaron si había visto torturar, golpear o maltratar a alguien.
Alcaraz

Otro testimonio para el olvido fue el del entonces responsable del destacamento de Balde, el comisario Alcaraz, ya que no participó en ninguno de los hechos y lo único que hizo fue recibir un radiograma múltiple donde avisaban de los autos sospechosos en la Salina.

La lista de testigos no fue compeltada ayer y la audiencia continuará hoy a las 8 y media de la mañana.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

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