En la jornada del miércoles se escucharon los relatos de algunas personas que habían sido convocadas para el martes y no pudieron hacerlo y dos de los citados para ayer. Para hoy quedaron Vicente Ernesto Moreno Recalde (uno de los testimonios más esperados), el forense que le realizó la autopsia a los cuerpos encontrados en las Salinas del Bebedero; Rosa Magadalena Rodríguez y Nilda Lili Garro de Acevedo. Para hoy estaban en el cronograma otros autores de informes médicos y autopsias. La defensa pidiò la comparencia del Juez Juan González Macías, a raíz de una denuncia que presentó uno de los testigos. Aunque el tema todavía no fue tratado por el Tribunal, se especulaba que la citación al juez mendocino podría realizarse para el lunes.
En la jornada de ayer, el testimonio más extenso fue el de Omar Lucero, el policía que trabajaba en el archivo y fichero de Informaciones, quien permaneció durante toda la mañana y buena parte de la tarde declarando.
También se presentó el entonces jefe de la URI con asiento en San Luis, Juan Carlos Pérez, homónimo del imputado, quien por problemas de sordera y una afección no pudo completar su testimonio y se dio lectura al que realizó en 1986 ante el juez Juan González Macías.
Muy poco dijo -y se sumó a la lista de testigos innecesarios- Eduardo Humberto Alaniz, el policía que si bien pertenecía al D2, su tarea era hacer guardia en la casa de la hija del dictador y entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla.
Peinadito, perfumadito y entalcadito
En la jerga judicial, cuando un testigo viene muy "afilado" y conoce detalles puntillosos de la causa, lo que hace sospechar de que hubo alguna "ayuda externa" para su declaración, se dice que vino "peinadito". Ayer, Omar Lucero, el oficial que trabajó en Informaciones y se jactó de poder "enseñarles a hacer inteligencia a todos los que están ahora", pareciò venir no solo peinadito, sino tambien perfumadito y entalcadito.
Lucero sistemáticamente se preocupó en destruir la imagen de Jorge Hugo Velazquez, el torturador que trabajaba en Informaciones y que aseguró antes de su muerte, haber visto la ejecución de Fiochetti a manos del capitán Esteban Pla.
No hubo oportunidad en que no dejara sentado "la poca catadura moral" de Velazquez, su capacidad "para hacer cualquier cosa" reñida con la moral, incluso "llenarse los bolsillos con tortitas en la panadería de la esquina e irse sin pagar".
Lo acusó solapadamente de haber sido el autor de un atentado realizado con un tanque de nafta de moto a un comerciante de apellido Chada, sucedido en aquel entonces.
También refirió a otra anécdota -para aludir a su perfil de ratero- en donde Velazquez le tocó hacer un allanamiento a una pensión y se volvió con los zapatos nuevos de un estudiante. Según Lucero, los vio, se los probó y se los llevó puestos.
Pero en su afan de hablar, Lucero contó que a él le había llegado la requisotoria fiscal de manera anónima y que hablaba conociendo cada detalle porque se había sentado a leerla y estudiarla.
Si bien la Requisitoria Fiscal fue leída públicamente, solo las partes tienen copia del documento que llevó una jornada entera su lectura. De ahí al "peinado" hay un paso.
Hasta ese momento la traía bien y parecía que su declaración terminaba pronto, pero el afán del abogado Eduardo Esley de instalar "la teoría de los dos demonios" y la actuación dudosa del juez González Macías, hizo que Lucero prolongara su estadia y caminara por la cuerda floja.
Lucero cargó duro contra González Macías, a quien acusó de "estar en connivencia con Velazquez", ya que relató que mientra esperaba luego de "ser detenido solapadamente" para llevarlo a declarar, fue inducido por el entonces Comisario Washington (Tumba) Romero a que declarara ante el juez en forma coincidente con Velezquez. También relató que hubo "un subalcaide" de quien no recordó el nombre, que le dijo que se salvara él, porque lo que se buscaba era "inculpar a Pla, Becerra y Orozco" en el crimen de Fiochetti.
Lucero dejó más dudas que certezas, ya que era el hombre que confeccionaba las fichas de todos los detenidos, e hizo gala de una memoria y manejo de información prodigiosa, pero no recordó haber visto a Fiochetti, Ledesma y Fernández, que estuvieron detenidos en la oficina donde él prestaba servicio.
El último testimonio fue del médico Salguero Fumero, quien se mantuvo en su declaración de años atras y explicó que si bien vio los cadáveres encontrados en las salinas, a poco de llegar a la Morgue donde trabajaba, le fue solicitado a él y al morguero (ya fallecido) que se retiraran del lugar y que no regresaran por varios días.
Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com
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viernes, 19 de diciembre de 2008
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