viernes, 19 de diciembre de 2008

Moreno Recalde se retiró envuelto en una frazada y llevado por una ambulancia

"El miedo no es zonzo", señala un refrán popular. Afuera no se pudo visualizar ningún movimiento extraño antes de la salida, pero el médico que muchas víctimas de la represión señalan presenciando las sesiones de tortura debió olfatear algo y se fue envuelto en una frazada y retirado del edificio del Tribunal Oral por una ambulancia.

El testimonio de Moreno Recalde quizá no haya aportado nada nuevo o que pueda "dar vuelta la causa", como vulgarmente se dice, pero era un testigo esperado por los habituales concurrentes al juicio. "Queríamos verlo nuevamente a los ojos", expresaron ayer algunas personas que acusan de complicidad con la dictadura al facultativo.

Afuera, mientras tanto, en los últimos días jóvenes militantes de los derechos humanos continuaron sumando manos, grandes, medianas, pequeñas, que piden justicia por los muertos y desaparecidos de la dictadura. De alguna manera, como si parafrasearan aquella vieja canción de Quilapayún: "para hacer esta muralla, traiganmé todas las manos, los negros sus manos negras, los blancos sus blancas manos..." Una muralla contra la impunidad, a la que también los más pequeños sumaron su manitas.


Todas las manos, todas...

En la sala, olvidadizo como la mayoría, el médico que en la dictadura revistaba como Jefe de Criminalística, djo que no había participado del operativo de las Salinas del Bebedero luego de que se encontraron los cadáveres. La "paciencia" de juez Roberto Burad, que solo sonríe ante las lagunas mentales que se producen en los testigos, y la lectura de anteriores declaraciones le hicieron volver a la memoria lo sucedido en aquel 23 de setiembre de 1976 al hombre apodado "Cheque", desde que era jóven.

Ya recuperado de la memoria, pudo aportar que cuando llegaron, los cuerpos estaban descubiertos, "sin tierra ni ramas encima", a pesar de que un informe que firmó Víctor Becerra, indicaba que ellos estaban allí cuando los descubrieron.

Dijo que lo correcto era que Criminalística hubiese estado en el lugar en ese momento, que Bomberos hubiese realizado las tareas de excavación y traslado. Pero, según Moreno Recalde, cuando ellos llegaron, los cuerpos estaban expuestos.

También recordó que otro períto de Criminalística que lo acompañaba no tomó en cuenta las pisadas que había, porque eran demasiadas y no se había protegido la escena del crimen.

Tampoco recordó que se hubieran levantado vainas servidas en el lugar, ni que se hubieran tomado fotos de las huellas de los vehículos que en la madrugada estuvieron en la Salina.

Si dijo que los cadáveres tenían sus dedos amputados, no con un elemento quirúrgico, sino con "una pinza o un alicate", por la forma del corte y el desgarro que había en los tejidos.

Reconoció su firma en los certificados de ambas autopsias, aunque realizó solo una, la del hombre que fue hallado junto a quien luego se supo era Graciela Fiochetti. Esa noche había viajado a Córdoba y el médico policial Jorge Moyano realizó la de la mujer, con la presencia de un capitán médico del Ejercito de apellido Serrano.

En el hombre determinó que había tres disparos, uno que le había quebrado el húmero izquierdo, otro en el abdomen, debajo del ombligo y un tercero que pudo ser el que le ocasionó la muerte, en el hueso malar derecho. Este último tenía una trayectoria de abajo hacia arriba, lo que indica que el arma "estaba por debajo de la cara" de la víctima.

Los proyectiles, según dijo, podrían haber sido de la misma arma o de un arma distinta, a pesar de que los agujeros dejados eran de 10 y 12 milímetros, respectivamente, pero explicó que según la zona que se tratara y los tejidos que afectara, la impronta que dejaban las balas eran distintas a pesar de que podría tratarse de la misma arma.

A pesar de ello, dijo que era lógico suponer que los disparos provinieron de una pistola 9mm o una 11,25. Pero también pudo ser de un revolver 38.

"No puedo responder a esa pregunta" fue utilizado en muchas oportunidades por el anátomo patólogo. Eso contestó cuando le preguntaron la razón de que existía un pedido expreso en el sumario de que los cuerpos permanecieran en la morgue hasta que fuesen identificados y fueron enterrados apenas tres o cuatro días despues, cuando estaban en marcha las fichas odontológicas que hubiesen permitido reconocer el cadaver de Graciela Fiochetti "con un alto grado de certeza". No fue una orden dada por él, sino que se produjo desde el Comando, luego de que el director del Hospital, Andrés García Calderón, aparentemente cuñado del Coronel Moreno y médico militar, pidiera que se retiraran "los dos cadáveres NN" qua habían ingresado en las últimas horas del 23 de setiembre.

Como al cadáver de Fiochetti le hizo la autopsia otro médico, no pudo hacer demasiadas precisiones al respecto, pero dijo que tenía un disparo en la nuca, que le había hecho estallar el cráneo.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

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