viernes, 12 de diciembre de 2008

Recorriendo el camino que hicieron los asesinos


Este lugar sería el señalado por Velazquez como el que se utilizó para hacer el fusilamiento. Está a unos 500 o 600 metros del cruce con la ruta nacional 7


El puesto de policía desde donde el agente Baigorrí avisó del paso de los Torinos. Carlos Páez, un testigo que declarará este lunes, fue quien lo alertó sobre los autos que venían de la salina. Hoy está ocupado por Inclusión Social


En este lugar, desde donde observan el Juez Nacif, Víctor Fernández y María Magdalena Álvarez, estaba parado Carlos Paéz cuando pasaron los Torino "con nueve o diez personas". Al frente está la Iglesia. Para allí miraron los asesinos para que no les vieran la cara.

El reconocimiento más emotivo

"Nunca me animé a venir a las Salinas, es la primera vez, a pesar de que mi madre me pidió muchas veces que viniéramos" manifestó "Cuqui" Álvarez, la hermana de Graciela Fiochetti en un diálogo informal mientras se hacía el largo peregrinar hacia el lugar donde encontraron los restos de los dos jóvenes víctimas del terrorismo de Estado.


Cuqui iba desgranando sus recuerdos, mientras la comitiva avanzaba hacia la casa más próxima al lugar del asesinato de su hermana. Allí se buscaría algún nuevo indicio de lo ocurrido en aquella trágica noche de setiembre de 1976

"Yo aprendí a manejar a los 9 años, a los 23 andaba sola por cualquier lado, por los lugares más inhóspitos, pero nunca pude venir", relata

"Plantas de Jume te tapan... dice un de los versos que escribí", contó mientras buscaba la planta con la que los asesinos intentaron cubrir el pozo donde habían enterrado a Graciela y otro muchacho, que hasta el día de hoy su nombre permanece en incógnita. Podría ser Sandro Santana Alcaraz o Idelgardo Chacón.

Cuqui no conocía la planta y preguntaba a los lugareños cuál era, mientras explicaba las propiedades recordando los versos de Antonio Esteban Agüero cuando habla de la ceniza de Jume para "engordar" la mazamorra y "la lejía que se prepara para hacer la limpieza".

Pero también le sirvió para concluir que este había sido "un plan premeditado", ya que el lugar es de difícil acceso y de no haber mediado la insistencia de uno de los trabajadores de la fábrica que quiso saber qué habían venido a hacer esos autos, cuyos ocupantes dieron vuelta la cara cuando pasaron frente a él, hoy quizá el territorio adyacente a la laguna seria la tumba de esos dos jóvenes que fueron asesinados cobardemente por las fuerzas represivas.

"Es un tema inconcluso para mi", explicaba emocionada mientras se acercaba al lugar donde hoy una pequeño recordatorio con dos cruces indica que es un homenaje "A LOS DIJUNTOS DESCONOCIDOS BARON Y MUJER ECHO POR PERSONAS DE ESTE ESTABLECIMIENTO - 1.11. AÑO 1980 R.S.O. Y M.R."



Los lugareños le adjudican hechos casi milagrosos a Graciela. Una vecina, la más próxima del lugar donde fueron asesinados, cuenta que cada vez que alguien de su familia estuvo enfermo, le pidió por ellos "y no me falló nunca", dice agradecida.


Mientras don Quiroga le explica al Tribunal como vivió esos días, atrás, a lo lejos, una mujer cuenta la veneración que tienen por Graciela, a la que le llevan flores todos los 26 de setiembre y prenden velas en su memoria.

De un lado las parvas de sal, el camino por donde los trajeron y del otro la inmensidad del monte achaparrado, de vegetación baja y escasos árboles de porte. "Un lugar en el medio de la nada", lo definió el presidente del Tribunal, el Dr. Nacif. Al pié de las dos cruces de hierro unidas por arabescos en donde la letra P del Que en Paz Descanse está soldada al revés y se asemeja a una g, hay un grueso bloque de cera de las velas que con dificultad por el viento encienden los peregrinos que van cada 26 de setiembre llevándoles flores a los "DIJUNTOS DESCONOCIDOS".


A lo lejos se ven las parvas de sal

La recorrida sirvió para deteminar que ninguna de las medidas que tomó la policía en sus croquis tenía relación con la realidad. El entierro se había producido a unos 1.500 metros de la entrada de la fábrica, detras de la última parva de sal.

El último paso de la requisa que se llevó a cabo ayer, fue instalarse los miembros del Tribunal y los demás participantes de la recorrida, en el lugar donde vieron pasar a los Torinos que entraron aquella madrugada y el sub comisario Bermúdez, de la Delegación San Luis de la Policía Federal, junto a personal a su cargo, hicieron disparos con distinto tipos de armas para intentar saber si desde esa distancia se escuchaban las detonaciones.

Algunos alcanzaron a escuchar una, dos o tres, según el lugar donde estuviesen ubicados. Pero el ruido fue apenas audible y lo percibieron aquellos que estaban con el oído atento y avisados de que se iban a producir, debido al aviso que hacía la Policía que los efectuarían. Tranquilamente en aquella madrugada, con el ruido de las máquinas, nadie pudo haber escuchado nada.

Informe: Gustavo Senn
gustavosenn@gmail.com

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